“...el
silencio de los ruidos.”
P.
Eluard
Por
Vladimir Rothschuh
El
más reciente libro de la doctora Beatriz Gutiérrez Müller constituye su
confirmación como intelectual, escritora y agente de cambio no sólo en México,
sino que ha acicateado a Estados Unidos para que Kamala Harris, reflejada en
Claudia Sheinbaum, reclame para todas
las norteamericanas el doble derecho negado como mujeres y de color. No lo olvidemos, México tuvo antes
que Barack Obama al primer presidente afrodescendiente, Vicente Guerrero, y
ahora, la primera Jefa de Estado. Sin
Gutiérrez Müller la Cuarta Transformación no habría proyectado su
astrolabio hacia la estrella del amanecer, porque este sexenio ha sido la
coronación de las mujeres como alcaldesas, gobernadoras, diputadas, senadoras,
secretarias de Estado. Es Beatriz Gutiérrez Müller nuestra silenciosa heroína
como las que lograron nuestra Independencia, como las que fomentaron en casa la
Reforma y tomaron los fusiles en la Revolución Mexicana, como las que demandaron
por primera vez el sufragio. Nuestra historia es de heroínas, siendo la primera,
Tonantzin que aplacó pestes, hambrunas, unió a los mexicanos y fue el lábaro de
nuestros movimientos sociales. Hubo conservadoras que desde París narraron las
memorias de sus esposos, Gutiérrez Müller es la primera liberal intelectual en
la Presidencia de la Republica, así que no es “Feminismo Silencioso” su último
libro sino el enésimo y penúltimo, porque entre sus aptitudes muchísimos la
señalan como correctora de estilo y de fondo de varias obras que omiten su
nombre. Busqué en la Elena Garro de Educal, el libro “Feminismo Silencioso”
pero Planeta aún no lo aterrizaba,
porque además del prurito de leerlo hay que compartirlo con otras mujeres de
poder en Latinoamérica; así como sucedió con “Dos Revolucionarios a la Sombra
de Madero” que obsequié a la poeta Rosario Murillo para que se integrara Solón
Argüello al Panteón Leonés que solamente reconoce a Rubén Darío, Salomón de la
Selva y Alfonso Cortés, calcados en piedra por los basamentos de su Catedral.
Siendo el más vinculado de ellos con el Ateneo Mexicano, el autor del Soldado
Desconocido. Y eso fue el revolucionario Solón Argüello, un desconocido, al
lado del maderismo fundador de la primera revolución de América y a la que
México por infinitas razones dio refugio
al fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador, a quien Guillermo Rothschuh
Tablada le confió su primer empleo como Bibliotecario del Instituto Nacional
Ramírez Goyena y con quien mantendría una relación de toda la vida, como la
mantuvo con Tomás Borge y los hermanos Ortega. Solón como Salomón, son la
expresión de Chavela Vargas “Un mexicano nace donde se le da la regalada gana”.
Sitiar en el ónix merecido a Solón
Argüello es una tarea pendiente al lado de Darío, De la Selva y Cortés, labor
arqueológica conseguida por la tenacidad y acuciosidad de la historiadora
Beatriz Gutiérrez Müller que ya logró dar con el osario del revolucionario
Catarino Erasmo Garza en el Tapón del Darién para ser repatriado a su terruño
como otro gesto del presidente López Obrador hacia la historiadora e
intelectual que lo acompaña. La sentencia “Detrás de un Gran Hombre hay una
gran Mujer” durante muchos siglos fue laudo de la injusticia, de la anti paridad
y de la anti equidad, cruento señalarlo como el feminismo mudo de los siglos
por los siglos, hasta fechas recientes en que las mujeres a nivel global
retomaron su energía de Gaia con los distintos movimientos de denuncia al machismo. Desde su posición de no
primera dama de México, construyó Gutiérrez Müller el empoderamiento de las mexicanas a través
del Movimiento de Regeneración: nadie cincela su obra cantando y silbando
porque no es una sesión de costura extraer a la Venus del bloque silencioso. A
no ser un Fandango por la Lectura para que felizmente los mexicanos lean más de
un libro al año y que las nuevas generaciones se guíen entre las letras para
restituir el tejido social dañado por las violencias neoliberales. Celebrar el
silencio es un don poético de los mexicanos, nuestro feminismo en tan sólo seis
años lo ha hecho a su manera irrumpiendo en doscientos años de república y
trescientos de colonia con una mujer a la cabeza de la Primera Magistratura.