El presidente López Obrador vio un
acto de desesperación opositora en el bullying contra su hijo Jesús Ernesto, a quien han
hecho parte del entorno político omitiéndose que es un menor de edad y que los
daños emocionales a un niño ahora se prevén en las responsabilidades jurídicas y
sociales del Estado. El bullying fue tolerado, degustado, pagado y exaltado
hasta hace una década, las mujeres no tenían derechos, los niños menos y no
incluyo a los homosexuales porque a diferencia de niños y mujeres, han sido poderosos a través de la historia,
desde Pericles, Teseo, Alejandro, Julio
César, el Papado, Napoleón, Hitler y las nuevas monarquías democráticas de
Europa. Hoy los proxenetas están felices porque ganó Johnny Deep, hoy los
neofascistas están felices con Putin matando mujeres y niños en Ucrania. Es penoso
pero el bullying es Uno en todas partes donde se manifieste con sus caretas adoptivas,
como dice el presidente López Obrador, de cobardía. El bullying cotidiano a nuestro Jefe de Estado forma parte de la
rutina política de dos mil años entre
contrarios y que inunda, la cotidianeidad en todo aquello donde haya
partidarios: fútbol, béisbol, política, religión y lamentablemente niños
arrastrados por la crueldad de un viejo orden económico supremacista que
pervive en las pasadas generaciones pero que afortunadamente se estrella en los
Millennials y Centennials. A diferencia
de ese pasado en soledad, hoy esos chicos y jóvenes victimizados por las redes
sociales tienen nuevos instrumentos en
esas redes que los hacen trascender la densidad perturbadora de quienes son
replicantes del maltrato en su infancia. Con ese pasado se puede hacer poco,
con las futuras generaciones la educación puede transformar ese “nuevo
hombre” reclamado por siglos y de ahí la necesidad de escuchar lo que tenga que
decir Delfina Gómez en esta circunstancia esencial para la instrucción pública.
No es exagerado cuando se pronuncia ”todos somos Jesús Ernesto”, también la
niñas vendidas en Guerrero, los menores migrantes sin acompañante, los
huérfanos del crimen organizado y los ocho millones de niños de Ucrania.