Vladimir
Rothschuh
La
salida de Lorenzo Córdoba en el INE de ninguna marea marca el fin del conflicto
electoral y democrático en México. Con Lupita Taddei a la cabeza del máximo
organismo electoral la rusticatio mexicana vive una fatua primavera indiana:
sigue siendo un elefante blanco y reumático el INE como fuente de lavado de
dinero especulación clientelar y una descarada posdemocracia. Por cada peso
oficial que el Estado, el pueblo mexicano se priva para engordar la
deshonestidad política, cada partido y camarilla introduce 15 sucios pesos más
cuyo origen ilegal se vuelve ojo de hormiga entre los sancionadores de lavado
de dinero. Ya no tiene que ver con la
autonomía democrática el subsidio de dinero público a la partidocracia sino con
las redes del crimen organizado que entre más subsidio obtengan más facilidades
obtienen para el blanqueo de capitales. La invención del IFE para alargar la
sobrevivencia del ex Partido de Estado se extendió hasta la fecha con la visión
patrimonialista del maiceo a partidos y actores que están muy lejos de la
representatividad popular. Los miles de millones presupuestados al sistema
electoral han elevado la corrupción y legitimado las prácticas oscuras pero
lícitas entre políticos y crimen organizado. Esos 15 pesos de dinero sucio por
cada peso legal del subsidio público al INE son una afrenta que alza los
hombros de las instituciones y en pose de jarras mueve el rictus de nuestra
agonizante democracia. Los sobresueldos de la burocracia electoral y su
ejército de oficinistas, van de la mano con la procacidad cómplice de la
partidocracia que ni pío dice cuando el INE transgrede su rol público y se
erige en cámara legislativa porque forma parte de esa autopista de doble vía en
favores comunes. Desde el 2018 Janine Otálora sigue pregonando en el desierto de los ruidos
electorales y criminales, sus datos de que por cada peso que el Estado priva a
millones de mexicanos supera el indicador
cuando en el 2018 el promedio de lavado era de 1 X 15 y cinco años
después dicha cifra palidece. La figura del sistema electoral está en su
madurez, si México vive una democracia plena, no hace falta persistir con el
legado de Reyes Heroles, Arturo Núñez y José Woldenberg, cuando los partidos
gozan de solvencia financiera y la pobreza nacional es un estigma.