Vladimir
Rothschuh
La presidenta Sheinbaum ha presentado varias iniciativas que tienen que ver con la UNAM y que nada tienen que ver con la Máxima Casa de Estudios: pondrá punto final al Comipems para concluir con la educación como negocio y la descalificación de escuelas buenas y no buenas; creará 300 mil nuevos cupos para jóvenes en nuevas universidades a nivel nacional desterrando la acepción unamita de Ninis; y extinguirá la reelección despertada por el neoliberalismo y utilizada por saltimbanquis en el legislativo y alcaldías concluyendo el exceso de regalías partidocráticas en ambas Cámaras. La UNAM se ve espejeada en el Segundo Piso de la Transformación sin que ello implique injerencismo que violente la autonomía cómoda cedida por Portes Gil, ni afecte el reeleccionismo fomentado por López Mateos con Ignacio Chávez. Porque curiosamente el Presidente de la República que ha cuestionado directamente el deterioro social de la Máxima Casa de Estudios es quien más la ha respetado, es decir, su ex alumno, Andrés Manuel López Obrador. La UNAM heredó del porfirismo la organicidad política cuatrienal de 1910, esa Universidad Nacional con sus cambios de 1929 fue sostenida a la fecha, no obstante que con Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán se consolidaron los sexenios. El perfil social que la UNAM mantuvo hasta 1961 cuando se cerró el paso a los mexicanos con el examen de admisión y se constriñó en las últimas décadas, no equivalió a que el presidente López Obrador interviniera removiendo a Enrique Graue como sucedió con los manoseos presidenciales sobre Zubirán, González Casanova y Barnés de Castro. Tampoco la presidenta Sheinbaum apunta a tocar la autogestión inicial del autonomismo de 1929, derivada al paso de las décadas en la dependencia multimillonaria hacia el Estado y el rechazo del 99 por ciento de los aspirantes universitarios. Situación que involucra al Politécnico sin autonomía universitaria, con subsidio público y semejante número de rechazados. Los 300 mil espacios que creará Sheinbaum a través del ingenio de Rosaura Ruiz a nivel nacional desahogará la incapacidad de la Máxima Casa de Estudios y del Politécnico, relanzando la duda de si vale la pena seguir subsidiando un elefante blanco en la educación superior. Quienes debaten el sentido social de la UNAM no son figuras del TEC o del ITAM, sino unamitas en desacuerdo con la deriva emplayada por la tecnocracia que la divorció del sentido social que los ateneístas volcaron a través de Vasconcelos. Es significativo que el dominio profesional del rectorado de la UNAM recaiga entre abogados y médicos, siendo los juristas los únicos respetuosos del mandato moral anti reeleccionista y los rectores del sector salud los que hayan abusado del mandato de cuatro años elevándolo sin logros sorprendentes a ocho. La Máxima Casa de Estudios originada en el anti porfirismo, que pugnó por décadas por una vida nacional democrática, careció de mecanismos democráticos para su auto gestión o gobernanza autonómica siendo 1929 la piedra angular de las exigencias de 1986. Hoy México cuenta con la Revocación de Mandato, el mal gobernante no merece estar seis o tres años en el encargo público, sino que puede ser removido y a ese horizonte se enfrenta la presidente Sheinbaum como lo enfrentó felizmente López Obrador para mal del conservadurismo que moralmente derrotado no pudo echarlo de Palacio Nacional y menos confirmar sus tentativas golpistas con su perpetuidad en el 2024. La UNAM afortunadamente cuenta hoy con un abogado en Rectoría que se coloca coyunturalmente a la altura de la transformación de la educación superior y sus mecanismos democráticos internos. Leonardo Lomelí debe, no se dice puede porque todos sus antecesores han podido, enderezar los desvíos burocráticos, anti pedagógicos y de politiquería criolla de la UNAM, acabando con la reelección de los encargos extendiendo a seis años los mismos, abrir la selección de sus administradores a la comunidad universitaria, equilibrar los subsidios públicos con los resultados sociales en las aulas. Aunque Lomelí tenga una visión jurista y opuesta a lo que inició Soberón con las Batas Blancas, se enfrentará a lo que Carpizo previó con el sindicalismo universitario: la corrupción de intereses personales, gremiales, familiares y del crimen organizado que dominan a la Máxima Casa de Estudios. El horizonte de la innovación anunciado por la presidenta Sheinbaum, unamita, creadora del CEU, nobel investigadora, rodeada de semejantes, con un ex rector en la Cancillería, es formidable para que Leonardo Lomelí emprenda el giro necesario sobre el administrativismo y la enajenación del autonomismo. Las iniciativas de la presidenta Sheinbaum sobre la reelección, el Comipems, los 300 mil cupos a jóvenes universitarios, así como la Revocación de Mandato y Salarios Máximos, apuntan al dilema de la entelequia universitaria o su transformación.