*El Presidente, el ejemplo
*Decadencia neoliberal y socialista
*Virtudes públicas, pasiones privadas
VLADIMIR ROTHSCHUH
El Presidente de México es el símbolo de las buenas o malas costumbres, Manuel Ávila Camacho emanó de un fraude electoral, no representaba las buenas maneras democráticas para su pueblo, el pedido a Alfonso Reyes para educar moralmente a los mexicanos a través de una cartilla moral se contrapone a lo que hoy simboliza el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezando un gobierno democrático y de honrada medianía juarista a través de la Guía Ética para la Transformación de México. 1944 y 2020 son tiempos disímbolos, el primero cercano al cardenismo no lo representó cabalmente y el otro lejano de la Tercera Transformación, recoge un nuevo aliento más próximo al juarismo por su contenido ético en el ejercicio público y privado. Estas son las razones de por qué Torres Bodet no llegó a publicar la cartilla moralista de Alfonso Reyes en la Secretaría de Educación y sobradas las razones por las que López Obrador reedita esa cartilla alfonsina pero no como libro de texto obligatorio para las aulas públicas. El Presidente de México es la cúspide de las virtudes y de los vicios, por desgracia México ha tenido pocos Jefes de Estado virtuosos que llegaron a simbolizar dentro del Partido de Estado al Nuevo Príncipe de Gramsci como seudo divinidad monárquica electa por el sufragio.
Este es el contra reflujo a través de la Guía Ética para la Transformación de México pues cuando llegó la transición democrática se suponía que México comenzaría una nueva etapa política, tristemente la transición fue traicionada por la derecha histórica, sin talla moral en sus personajes públicos para dar la estatura demandada por el país y los mexicanos. No es sino tres sexenios presidenciales después que la transición mexicana se reinicia (reset) con el triunfo de López Obrador como la encarnación ética contra los usos y costumbres del viejo presidencialismo corrupto y cleptómano. Sus años de campaña frustrados por diversos fraudes electorales aumentaron su propósito de transformar a México desde sus conciencias, la única transformación posible es la de cada quien como una especie soñada de autogobierno humano. La cartilla moral de Reyes volvió a tomar cuerpo porque el odre era nuevo, pero quedarse con el paradigma de 1944 merecía refrescarse en algo más que aquellos momentos poscardenistas saturados en el 2020 por una nueva ordenanza postpandémica, sin ideologías frías, un pre orden global con más de veinte potencias económicas y un neoliberalismo y socialismo moralmente agotados. Desde antes de la pandemia oteó el presidente López Obrador la decadencia cuando lanzó la Nueva Economía Moral que centraba el olvido de la izquierda mundial hacia la familia y la ética de servicio, esa moralidad económica emparejaba una felicidad social por el bien-estar.
La pandemia corroboró ese agotamiento
sistémico del orden económico cediéndole la razón en los pasados meses de emergencia
sanitaria global a las medidas tomadas por México sobre su economía. Claramente
puede enunciarse que la Guía Ética para la Transformación de México cuaja los
viejos tiempos y los trasciende con la inclusión, la diversidad, tolerancia,
humildad, servicio e identidad que merecemos todos en un país empático. Dura tarea
la encomendada a ocho millones de abuelos que deberán explicarles a sus nietos
que ese México chingón y de cabrones es el responsable del desfigure
absolutista concedido a la máxima autoridad presidencial. Un buen Presidente de
la República arroja una buena sombra como esas metáforas frescas cantadas por
el Rey David, el presidente López Obrador con sus actos privados y públicos es
la cartilla, el mapa o el decálogo de la ética que merecerían imitar los
mexicanos. La Guía Ética para la Transformación de México abona las cosechas
del futuro que viene.
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