Vladimir Rothschuh
A la presidenta Sheinbaum le han
llovido elogios, la han recargado con reconocimientos al haber salvado a la
Patria, a la Nación, a México y a los mexicanos del posfacismo liberal del
presidente Trump. Pero hay una figura en toda esta coyuntura nacional y
diplomática que no asoma por ningún lado para aquilatar su función de tanque
pensante al lado de la Presidenta de México y se trata de su esposo, Jesús
María Tarriba. Chucho para los mexicanos, Chema para los españoles, define su
expertis previendo futuros a lo largo de toda su vida en el sistema bancario
nacional e ibérico, ahora ayudando a
ampliar la visión política de su esposa: ya protegiendo sus activos, ya estabilizando
la incertidumbre, ya generando confianza o ya multiplicando un horizonte de
previsibles para la toma de decisiones o lo que ella suele llamar planes a, b,
y c. Hemos tenido economistas como mandatarios que fueron buenos consejeros
mientras no ejercieron el poder político y se mantuvieron un paso atrás
ambicionando el lujar de su jefe. Este fue el disturbio en la gráfica que
arruinó matemáticamente sus futuros, todo nigromante en la historia universal
tiene prohibido ver su destino, están impedidos
a ver llegar los cisnes negros de su infortunio. Aquí
estriba la singularidad de Jesús Tarriba recuperando el amor universitario y
reviviendo de felicidad a la novia de aquellos días; entonces no es el
consiglieri, no es el ladino asesor que ambiciona sentarse en la silla
presidencial, eventos que lo hacen únicamente agradable y desmedido en su
querencia amplificada por la felicidad de su mujer mirándola triunfar a cada
paso. Al Tarriba que vimos durante la campaña presidencial, sonriente, feliz,
de manita sudada, sacando la cartera para comprarle un helado a su chica, se le
ve hoy cómodo y pleno al lado de la Presidenta de México. Su rol espectacular lo define en parecer invisible como un asesor honorario,
que no lo es, sino del enamorado que al lado de su mujer puede siempre reflejar
a futuro los riesgos y anticiparle a la Jefa del Estado Nacional un abanico de
resoluciones para que ella tome la ficha metodológica que crea mejor y apile el
resto en orden de sus prioridades que él le ha comentado. La ocupación de todo
buen consejero es pasar inadvertido, no cosechar glorias, vivir como una
hermosa planta de interior a la sombra y regada por el aprecio, más la estima
de quien se beneficia de su estilo y donaires matemáticos e intelectuales que
hacen brillar a su consorte. Lilibet de
Sussex y Felipe de Edimburgo son la
química histórica de ese triunfo matrimonial y político. La incertidumbre es la
característica que enriquece la humanidad y nos lleva a crecer individualmente
como personas y colectivamente como naciones. Siendo físicos, comparten Claudia
y Jesús el quantum de su momento, nacidos ambos en 1962 cooperan el mismo porte
del Tigre desde un similar fuego separado. Mao Tse-Tung repetía a sus imprudentes
colaboradores que la precipitación era burguesa; jugaba el Go con 361 fichas
que simbolizaban la filosofía milenaria de su cultura, había que ser pacientes
y gestionar políticamente los riesgos de la siguiente jugada. La presidenta
Sheinbaum se place en ser imperturbable, siempre cuenta con un abanico de
planes y su movida más reciente frente a Donald Trump la encumbró como una
estratega de cabeza fría cual si el texto del Sun Tzu la guiara o la gestión de
futuros de Tarriba la cobijara todas las noches.