*4T: autogobiernos étnicos
*ISSSTE moralmente sano
* Vindicaciones autonómicas
* Plan Mérida o narcoterrorismo
VLADIMIR ROTHSCHUH
La matriz social del presidente López
Obrador se fundó en el trabajo comunitario con los indígenas chontalpas de su
tierra cuando fue representante del Instituto Indigenista. Este fin de semana
como los anteriores, el Presidente de México ha regresado a dicho origen
estableciendo diálogos circulares con los auténticos dueños de México
como son las etnias Náhuatl, Mixteco, Tlapaneco, Afromexicano, Amuzgo, Náhuatl,
como lo hizo y se lo afirmó a los pueblos originarios de Chihuahua,
Sonora, Campeche, Yucatán, Morelos, Quintana Roo. En todas esas etnias ha refrendado su
compromiso hacia los humildes que encabezan primero sus programas sociales de
bienestar y de producción rural. La deuda es histórica y cuán fuerte sigue
siendo que cada vez que el presidente López Obrador ahonda en la criminalidad
de la conquista, las derechas, monarquía e izquierdas españolas respingan de una
u otra forma. En cada diálogo circular el presidente López Obrador empodera a
las comunidades, les pide organización y autogestión, a reconocerse como reales
dueños de sus ámbitos para que acaben ellos mismos con la politiquería que los
ha clientelizado con un intermediarismo privativo de sus derechos a insumos,
tecnologías, dinero, salud, educación, como los que recientemente intentaron chantajear
el presupuesto rural tal lo hacían desde hace décadas. Esta última gira por
Guerrero consolidó esa simbiosis de un Presidente cercano a las comunidades más
pobres víctimas del coyotaje en la dispersión del fertilizante que ahora lo
reciben directamente, como ocurre con cientos de escuelas que ahora los
patronatos familiares son quienes reciben directamente de la SEP el dinero para
mejorar los centros escolares o como en Oaxaca donde las etnias construyen ellas
mismas los caminos porque los recursos que antes se quedaban en el
intermediarismo municipaloide. Las ofertas del presidente López Obrador a las
comunidades más pobres generan una reivindicación de derechos sobre un abanico
de libertades que solamente una autoridad moral como la suya puede sostener y
vindicar sin temor a revueltas autonómicas.
Hizo suyo Luis Antonio Ramírez el
lema del presidente López Obrador de que no puede haber gobierno rico con
pueblo pobre, cuando decidió usar el Director del ISSSTE las reservas
financieras para sacar de la postración al Instituto en infraestructura y en equipo
de las unidades médicas. De poco servía a los derechohabientes un ISSSTE rico o
que el organismo rebosara financieramente en sus reservas si contaba con lo que
el presidente López Obrador llamó atinadamente piezas de museo. En los meses
que acompañó Ramírez Pineda al presidente López Obrador por las giras
hospitalarias por todo el país, constató las transformaciones inmediatas que
demandaba la salud pública. Para el año entrante el ISSSTE podrá despresurizar
la sobrecarga de atención médica en espacios ineficientes o caducos,
simplemente reinvirtiendo los guardaditos en mejoría de clínicas y hospitales.
En esa estrategia de bienestar de la Cuarta Transformación, Ramírez Pineda,
amarró convenio con el Banco del Bienestar para que tenga presencia la
dispersión de sus recursos en los renovados Súperissste. Con los sexenios
neoliberales comenzó el declive de los hospitales y clínicas de la burocracia
federal, esto es, desde los años ochenta las clínicas y hospitales del ISSSTE
no volvieron a ver grandes inversiones en infraestructura siendo lo paradojal,
que en la primera autorización hacendaria a Luis Antonio Ramírez Pineda sobre seis mil millones de sus reservas, haya sido para cubrir las deudas que
penosamente acumularon los tecnócratas de los recientes sexenios. La salud para
todos del modelo socialista nórdico implementado por el presidente López
Obrador en la extinción de aquel seguro que ni era seguro y mucho menos
popular, suma al ISSSTE y de ahí la urgencia de Ramírez Pineda aliviando esa esclerosis
física que saturó en edad a los servicios médicos de los trabajadores del Estado.
Identificó el presidente López
Obrador la solicitud de elevar a rango de terrorismo el narcotráfico como una
acción conservadora y ciertamente que así fue cuando Calderón aprobó el Plan
Colombia bajo la denominación Mérida: Estados Unidos revivió la Guerra Fría y
su combate al comunismo disfrazado de narcotráfico. Hasta se les permitió a
agentes extranjeros usar armas en nuestro territorio e hizo de cada estación
migratoria apandos de la DEA. A la determinación soberana del presidente López
Obrador se añadió el canciller Ebrard calificándola de inviable e inaceptable. El
Plan Mérida fue fallido por usar la violencia como instrumento contra la
violencia, además que su autoridad presidencial carecía de legitimidad desde
las urnas y desde la incapacidad de gobernanza. Repetir la guerra fratricida
del panismo en esta Cuarta Transformación es negar dos hechos: en Chihuahua gobierna ese partido y que a
nivel federal también demostró ineptitud en el uso de la violencia. El Plan
Mérida fracasó en México, fracasó en Colombia y ha fracasado donde Estados
Unidos ha impuesto una política belicosa de ocupación. La declaración del
narcotráfico como terrorismo ya ocurrió en México, con la Cuarta Transformación
se trata de desandar esos caminos sangrientos como felizmente lo demostrara el
presidente López Obrador derrotando al Cártel de Sinaloa con armas distintas a
las tradicionales en Culiacán.