*La inmoralidad ideológica
*Sin ética no hay servicio
*Rectorado de No Violencia
*La Revolución o tengo un sueño
VLADIMIR ROTHSCHUH
El nuevo libro del presidente López
Obrador merece ser leído por la izquierda latinoamericana porque abunda en lo
que Thompson señaló en los setentas sobre el socialismo de entonces, la
carencia de una ética política. Ahí puede estar el quid de las distopías en
Europa, Asia y Latinoamérica: sin ética las nuevas clases gobernantes o
revolucionarias engordaron como el Quijote e hicieron de sus mandatos el festín
de la granja orwelliana. El último libro del presidente López Obrador va más
allá de una nueva economía moral al poner en sus ejes a la familia, considerada
por Marx o Keynes como antivalor del Socialismo/Capitalismo y, a la moral, por
considerarla la izquierda/derecha amiga de la autocrítica. Hay frases comunes y
reiteradas que son polvo en los actos de las izquierdas habiendo estandarizado
la corrupción en el modelo sustituto de sus adversarios ideológicos. Los tecnócratas
privando a los pobres de la distribución equitativa de la riqueza
ejemplificaron con su inmoralidad los golpes de pecho consecutivos, fueron
semejantes a los socialistas y su élite privadora de la prosperidad entre los
que menos tenían. ‘Hacia una economía moral’ sacude tanto a los poderes
políticos como a las religiones que los bendijeron. Sin ética, el gobernante de
derecha o izquierda se marea pronto en el poder y los suyos pudren el servicio.
Por ética el presidente López Obrador rechazó públicamente el garlito de Maduro
en belfos de Fernández proponiéndolo cabecilla del antiimperialismo Yankee,
porque primero y nunca después, hay que ser candil de nuestra casa cuando la
demagogia de derechas e izquierdas es andar faroleando a los ajenos. Thompson
sin ser cristiano introdujo en el marxismo lo que sorprendió a López Obrador en
su juventud, la moral republicana abrevada antes en la honrada medianía
juarista. ‘Hacia una economía moral’ jamás será el Librito Rojo de Mao o
el Libro Verde de Gadafi, se extrapola como el Onceavo Mandamiento para la
izquierda latinoamericana y desbrujulada en sus fines crueles de derecha.
La Tercera Transformación vuelve a
estar presente en los festejos del 20 de noviembre que los neoliberales
intentaron sepultar como historia y cultura, consiguiendo avivar las raíces y
las alas que devolvieron a Palacio Nacional a quienes sí creían en los orígenes
de la Patria ancha y generosa. La restitución de la Tercera Transformación
anunciada por el presidente López Obrador y empujada por Beatriz Gutiérrez
Müller, cumple lo que en boca de todos se repite como el sueño puntual de
cientos de niñas, niños y jóvenes en el Auditorio Nacional; porque coincidentes
a la destitución de la Revolución Mexicana también estaban las generaciones
mutiladas por los paradigmas culturales que las hicieron vivir en la periferia
de todo. Volver hacia las comunidades como tolstoianos, ensamblarlo góspel a lo Luther,
encabalga la restitución de la Tercera Transformación en lo que los
neoliberales consideran yacida para siempre cuando en realidad avivaban un cuarto
empuje nacional. La pauperización del bienestar social, fue de la mano de lo
cultural; el zedillato le entregaba a la Coca Cola los festejos del 20 de
noviembre, el golpe aniquilador de la extinción absoluta con el calderonismo posnalfabeta
y apañado por el peñismo a la Nestlé, creían haber matado ese sueño que ahora
Alejandra Frausto convoca en las labores de parto del 20 de noviembre con un
cuarto impulso en subsecuentes retornos. Si nos olvidamos de nuestras raíces, insiste
el presidente López Obrador, ¿entonces qué somos?