OBSTRUCCIONES AL CAMBIO

  


 

Vladimir Rothschuh

 

 

Un viejo anhelo de los anarquistas se cumplirá este uno de junio con la elección democrática de jueces, ministros y magistrados del Poder Judicial Mexicano. Sin recurrir al paradigma absolutista del anarquismo en la extinción de las formas estatales, la Cuarta Transformación y su Segundo Piso acuden a un modelo menos cruel abriendo al pueblo la decisión de elegir a sus impartidores de justicia. La presidenta Sheinbaum volvió a llamar este fin de semana a los ciudadanos a ejercer ese derecho que ella como Jefa de Estado auto cercenó como parte del finiquito patrimonialista que por cinco siglos ejercieron las élite de poder: la Presidenta apartó de sus facultades constitucionales señalar a sus candidatos ante el Senado y que a su vez el Legislativo y el Judicial hicieran lo mismo en las ternas para el Pleno de la Suprema Corte. Así como la Cuarta Transformación introdujo y puso a prueba la legitimidad del mandato presidencial con su revocación constitucional vía consulta popular, algo semejante se reflejará en los controles a jueces, ministros y magistrados a través del voto y un sistema de control independiente. La presidenta Sheinbaum abundó en Baja California Sur: “En vez de que la Presidenta haga, como se hizo en el pasado, que la nueva Presidenta elija quiénes van a ser los nuevos ministros. ¡No! Nosotros estamos renunciando a ese derecho que tenía el Presidente de la República. ¿Y por qué renunciamos a eso? Porque queremos que elija el pueblo porque eso es democracia, porque juramos ser un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo de México”. Pero no solamente ha renunciado a esa potestad sino que forma parte de la transformación presidencialista que tiene caducidad en los términos de su autoridad frente a los mexicanos para que no se vuelva repetir lo que en la historia reciente ocurrió con Salinas y Calderón y la descomposición de su ilegitimidad política. A veces se pierden de vista las grandes transformaciones que han ocurrido en México en los últimos seis años y medio, que por ser en cascada y a demasiada velocidad se deambula en la carencia perceptiva y asimilativa de lo que México cambió y apunta a seguir cambiando con los rescoldos de ese pasado con los vicios persistentes. Porque la elección de jueces, magistrados y ministros obviamente incidirá sobre los otros dos poderes fácticos que el anarquismo señala como enemigos públicos del Pueblo: los sistemas educativo y sanitario. El fracaso de la impartición de justicia tiene paralelo en las entrañas de la instrucción pública como en el sistema de salud. Dos áreas del establishment que tienen mucho que ver con el futuro de los mexicanos y que palpamos en la atrofia social de las ausentes empatías, respeto a los otros y una edificación colectiva sustentada en la autogestión. Transformando la justicia, la salud y la educación, avanzará la revolución paciente que la Cuarta Transformación ha emprendido radicalmente en unos aspectos y avanza a tientas en otros. La presidenta Sheinbaum ha tocado fibras sensibles de la corrupción y ha obtenido obstrucciones y resistencias, porque mientras ella cede en el ámbito de su poder judicial, otros celebran sus medidas pero no aceptan dejar sus desenfrenos en la reelección legislativa, en el tráfico de encargos por consanguinidades, en malversaciones del erario. Se ve fabuloso que desde el Senado y San Lázaro sometan a alta cirugía al Poder Judicial pero los diputados y senadores están indispuestas a someterse a la iniciativa de la presidenta Sheinbaum porque se sienten semejantes en la putrefacción  de jueces, magistrados y ministros.