ELECCIÓN JUDICIAL

 



 Por Vladimir Rothschuh

 

La transformación del Poder Judicial no es un golpe de cubilete como lo ha venido señalando con sus acciones Lenia Batres. De obstáculo en obstáculo este  progresismo llega al uno de junio como un triunfo ganado por el cúmulo de eventos contra los que se ha luchado  y se han podido fortalecer sus propósitos: alcanzar una justicia plenamente ciega que dejará atrás  sus tratamientos financieros, racistas y clasistas. La Ministra del Pueblo señaló a largo de la geografía nacional que todas las enmiendas para lograr una probidad moderadora de  los excesos de jueces, magistrados y ministros, fueron cosméticos celebrados con mucho entusiasmo gatopardista por el Poder Judicial mismo; de parche en remiendo se tejió  una trama monstruosa  colmando la usurpación de poderes. Si los ministros  podían legislar para rehacer a modo de sus negocios las nuevas leyes, francamente estaban exigiendo paridad en su desempeño con tal de ser semejantes al Ejecutivo y Legislativo. La interpretación del presidente López Obrador y de la presidenta Sheinbaum fue acorde con la disfunción de ministros, magistrados y jueces: merecían ser electos por el voto democrático con tal de no seguir arrogándose ocupaciones intrusas que le competían a quienes emitían iniciativas constitucionales o entre quienes legislaban nuevas leyes. La presidenta Sheinbaum ha sido puntual cuando refirió que el poder que ella gozaba para designar ministros, lo ha erradicado para no seguir en la parafernalia de componendas entre mafias de poder.   La única manera de  enriquecer el desempeño de los ministros-legisladores fue tomarles su palabra y arrancar la doble falacia representativa, porque nadie los eligió constituyentes, nadie los votó en un proceso popular, nadie pues ni nada los hacía merecedores de una potestad mal practicada. Cortar de raíz esos galimatías colindantes en la prostitución del servicio judicial, significa para Lenia Batres, extirpar dichos desenfrenos y sus males enraizados por cinco siglos a través de un mecanismo de elección popular directo, opuesto al de su extracción cerrada. Este domingo comienza una nueva era que habrá de mejorar sus dinámicas  democráticas, no se trata de un ejercicio final a manera golpista como ocurrió entre la familia priísta acorde con el parricidio sexenal de 1994; más bien se inaugura una nueva vida democrática nacional cualificable por el INE y el Pueblo. En la diagonal conclusiva de la votación de este uno de junio, las élites opositoras, los partidos dueños de escaños judiciales y la suma de ambos en el crimen organizado, gozan de libertades para expresar sus estertores acorde a su verborrea humillada en más de seis años  de frustrarse una y otra vez insistiendo con sus mismos valores y sus mismos cuadros políticos, empresariales y religiosos: la elección de los ministros, jueces y magistrados contiene la transformación de cinco siglos decadentes.