La
transformación del Poder Judicial no es un golpe de cubilete como lo ha venido
señalando con sus acciones Lenia Batres. De obstáculo en obstáculo este progresismo llega al uno de junio como un
triunfo ganado por el cúmulo de eventos contra los que se ha luchado y se han podido fortalecer sus propósitos:
alcanzar una justicia plenamente ciega que dejará atrás sus tratamientos financieros, racistas y
clasistas. La Ministra del Pueblo señaló a largo de la geografía nacional que todas
las enmiendas para lograr una probidad moderadora de los excesos de jueces, magistrados y ministros,
fueron cosméticos celebrados con mucho entusiasmo gatopardista por el Poder
Judicial mismo; de parche en remiendo se tejió
una trama monstruosa colmando la
usurpación de poderes. Si los ministros podían legislar para rehacer a modo de sus negocios
las nuevas leyes, francamente estaban exigiendo paridad en su desempeño con tal
de ser semejantes al Ejecutivo y Legislativo. La interpretación del presidente
López Obrador y de la presidenta Sheinbaum fue acorde con la disfunción de
ministros, magistrados y jueces: merecían ser electos por el voto democrático
con tal de no seguir arrogándose ocupaciones intrusas que le competían a
quienes emitían iniciativas constitucionales o entre quienes legislaban nuevas
leyes. La presidenta Sheinbaum ha sido puntual cuando refirió que el poder que
ella gozaba para designar ministros, lo ha erradicado para no seguir en la
parafernalia de componendas entre mafias de poder. La
única manera de enriquecer el desempeño
de los ministros-legisladores fue tomarles su palabra y arrancar la doble falacia
representativa, porque nadie los eligió constituyentes, nadie los votó en un proceso
popular, nadie pues ni nada los hacía merecedores de una potestad mal practicada.
Cortar de raíz esos galimatías colindantes en la prostitución del servicio
judicial, significa para Lenia Batres, extirpar dichos desenfrenos y sus males
enraizados por cinco siglos a través de un mecanismo de elección popular directo,
opuesto al de su extracción cerrada. Este domingo comienza una nueva era que
habrá de mejorar sus dinámicas
democráticas, no se trata de un ejercicio final a manera golpista como
ocurrió entre la familia priísta acorde con el parricidio sexenal de 1994; más
bien se inaugura una nueva vida democrática nacional cualificable por el INE y el Pueblo. En la diagonal
conclusiva de la votación de este uno de junio, las élites opositoras, los
partidos dueños de escaños judiciales y la suma de ambos en el crimen
organizado, gozan de libertades para expresar sus estertores acorde a su
verborrea humillada en más de seis años de frustrarse una y otra vez insistiendo con
sus mismos valores y sus mismos cuadros políticos, empresariales y religiosos:
la elección de los ministros, jueces y magistrados contiene la transformación
de cinco siglos decadentes.