Vladimir
Rothschuh
Cerró
la puerta la presidenta Claudia Sheinbaum licenciándose de su movimiento y
colgando del dintel un decálogo de buenas maneras políticas contra los usos y
costumbres de nuestro amañado criollismo posdemocrático. Ningún militante
morenista puede ir tras la presidenta Sheinbaum sin antes responder a las
exigencias de esos diez principios de la gobernanza apartidista, que decidió
abrazar como la “morena de los pobres” y de todos los mexicanos sin distingos
de raza o credo. Semejante a la marca en las puertas contra las
pestes, los cruzó la presidenta Sheinbaum sobre la puerta de su retiro
militante, enumerando los diez errores del sistema partidario mexicano en
los que el futuro partido del Movimiento de Regeneración no debe incurrir en su
transición hacia un instituto político, como no incurrió en estos seis años
replicando los radicalismos de los Flores Magón que contribuyeron al magnicidio
de Madero. Porque sin López Obrador como cabecilla del movimiento, el destino
de Morena será instituirse sobre la solidez de su primer piso, debido a que el
mismo López Obrador advirtió que no convertirá su retiro en Palenque en
una nueva Manga de Clavo. Morena en este sexenio fue mediagua que cobijó a
izquierdas, derechas y centros políticos, fue su mejor expresión como lo fueron
los movimientos posrevolucionarios agrupados en el PNR. Contra esa figura
histórica se plantó la presidenta Sheinbaum previendo los vicios del Partido de
Estado que combatió ella como universitaria y en el cual nunca militó, haciendo
de dicha pureza una puntuación de ganancia que vacuna su ejercicio de
mandato contra las enfermedades sistémicas de nepotismo, burocratismo,
enriquecimiento inexplicable, sexismo y demás taras de la dilatada corrupción
política. La presidenta Sheinbaum se alza como el lábaro de sí: no es hija de
ningún privilegio, forjada y formada en su propio esfuerzo intelectual enaltece
la obra su vida misma. La transición partidaria del Movimiento de Regeneración
podrá ser alado (palomas) o un lastre (halcones) para los seis años de
gobernanza anti patriarcal, obstáculo singular éste que como primera mujer del Estado
nacional habrá de sortear, pues cinco siglos de idiosincrasia no se diluyen en
un santiamén; es decir que ese simbolismo-techo del Movimiento de Regeneración
que abriga a propios como extraños de izquierdas, derechas y centristas,
amalgama la adversidad que solamente superaba la estatura moral de López
Obrador y sin él las tentaciones púberes de una seudo mayoría de edad pulsan
por salir a luz como identidad de una cultura o subcultura política de siglos. La
presidenta Sheinbaum tampoco tiene oscuridades visibles a su mandato cuando los
nuevos lideratos institucionales del futuro partido son ajenos a la maestría
del esmero propio y que habrán de alcanzar junto al desafío del movimiento para
llegar a su nueva mayoría de edad sin tutelajes paternos, cuyos riesgos se
expresan en la debilidad auscultada y peligrosa de dichos usos y costumbres en
nuestra partidocracia y cuya bitácora ha sido elevar a principios, los no
principios. Hasta la fecha la figura
presidencial sigue siendo la máxima autoridad nacional sin horizonte antagonista
de ninguna naturaleza siendo la presidenta Sheinbaum la esperanza redencionista
de la Mujer que nos dio patria, nación,
ciudadanía. Lo que parece un portazo de
la presidenta Sheinbaum marcando la saludable anchura con su movimiento, sus
diez principios son el visado de un país justo y soberano para los que quieran acompañarla
en obligaciones compartidas.