BRUGADA: PASIÓN Y MEMORIA

 




Vladimir Rothschuh

 

La Iglesia Católica Mexicana fue dueña de las almas de los muertos y de sus restos. Los cementerios frente a las iglesias y parroquias finalmente nuestros liberales los pasaron a administraciones civiles, sin restituirles a los pueblos originarios sus tradiciones de incinerar los cuerpos conforme a sus rituales. A nuestros liberales les faltaron reformas para devolver a los pueblos sus tradiciones debido a que eran discípulos de los modelos  reformistas teutones y sajones, definitivamente fueron europeizantes. El clero católico “protector de los indios” y los liberales defensores de la libertad y la justicia, no conservaron o restauraron a los mexicanos sus liturgias; eso sí, los mexicas en el sincretismo religioso, conservaron-ocultaron a sus deidades. Todas las fiestas de santos patronos en la CDMX van de la mano con el “paganismo mexica”, la más alta expresión es la Virgen de Guadalupe o el Apóstol Santo Tomás, matrona la primera de todas las mexicanas y el otro patrono de los hombres, es decir, Tonantzin y Quetzalcóatl. La reciente adquisición de la alcaldesa Clara Brugada en la ONU para que la Pasión de Cristo de Iztapalapa fuera elevada a bien inmaterial de los mexicanos, contiene el envés de rituales originarios con deidades nativas como el dios sol primigenio identificado como el Cristo Solar tanto para mexicas como católicos. Cada festejo de patronos católicos se apareja con deidades mexicas o asimiladas,  tal ocurre con San Agustín de las Cuevas (Virgen del Rosario ¿acaso Chalchiuhtlicue?) en la demarcación que gobernará Gaby Osorio, terruño de la presidenta Sheinbaum, literalmente viviendo a escondidas durante cinco siglos en las grutas del Ajusco protegiendo manantiales y oreada cada año en dichas festividades católicas de agosto. La promesa de campaña de Clara Brugada restituirá a los pueblos y barrios originarios sus usos y costumbres,  preservará su memoria histórica en "los carnavales, las comparsas, sus atuendos, sus colores y la música de los pueblos y barrios originarios, y que ella denomina orgullo y patrimonio cultural intangible de la ciudad para que se conozca, reconozca y valore estas tradiciones y costumbres, impulsando el Gran Carnaval de la Ciudad de México”.



Refrescará la Jefa de Gobierno con su utopismo un derecho continental negado, pospuesto y recóndito, que obviamente se derramará en exigencias por Latinoamérica. La interpelación  del presidente López Obrador al Papa Francisco exigiéndole perdón por los crímenes de la Conquista, sigue pendiente para la Corona Española y el PSOE. Los 139 pueblos y 58 barrios originarios con identidades plenas pueden dorar la imagen de la CDMX más allá de la Pasión de Iztapalapa, Mictlán y el 12 de diciembre, los tres picos de festividades originarias, para sumar en el Gran Carnaval un inmenso abanico de nuevas fechas turísticas y culturales de atractivo nacional e internacional desde el “Techo del Mundo” como se le llamaba en el Siglo XVI. Ni con los positivistas, ni con el mexicanismo cultural de los treinta del siglo pasado, se fue más lejos de la negación de nuestros orígenes en la fatuidad del manoseo del indio para tratados antropológicos, sociológicos o del muralismo, siempre comparativos con el Viejo Mundo. Con Clara Brugada será posible la restauración de nuestras providencias mexicas por sobre el Olimpo Griego, trascendiendo el prefacio vasconcelista  en Instrucción Pública de “Los Clásicos” que no eran nuestras divinidades y héroes originarios sino esos helenos que a los ojos de  nuestro Ulises Criollo, debíamos apostar por Europa y no por nuestra indianidad cuyo Ateneo de la Juventud prefiguraba en su nombre el propósito, a no ser del joven Alfonso Caso y sus exploraciones al Pueblo del Sol. En suma ese esplendor post revolucionario seguía siendo porfirista. El rescate de Clara Brugada de los Pueblos Originarios es transversal, corre por Alejandra Frausto, Nelly Juárez, López Bayghen, César Cravioto, Eréndira Villegas y Pablo Yanes.  Saber más de nosotros mismos le parecía al mexicanista Sigüenza y Góngora una tarea urgente, inmediatamente revocada por el clasicismo de Sor Juana durante siglos y ahora reformulada por Clara Brugada como Jefa de Gobierno bajo su experiencia de alcaldesa en su utopismo mexicano, consecución del Humanismo del presidente López Obrador.