Vladimir Rothschuh
La Presidenta Sheinbaum
acaba de conseguir pase automático con Ronald Johnson. Como su caso singular de
primera Presidenta en la historia de México, el coronel Johnson es atípico entre
los inquilinos de la Embajada de USA en México. La presidenta Sheinbaum rompe con
la tradición supremacista en el Ejecutivo y el ex agente de la CIA quiebra la
rutina de políticos, profesionales diplomáticos y hombres de negocios con
visión opuesta a la de un militar. La presidenta Sheinbaum no mira ni a Trump y
menos a su futuro embajador en México como un problema, para una científica
solamente hay desafíos que la llevan a nuevos y fructíferos logros. En un siglo
de diplomacia México y Estados Unidos transitaron por un semejante carril
debido a las representaciones diplomáticas que hoy el coronel Johnson
desnaturaliza porque no viene a servirle a un empresario o a un partido,
inferimos, sino a su país en dos vertientes ilícitas: drogas y migrantes. La tarea
que le aguarda en México es diametralmente opuesta a la que desempeñó en un
poblado llamado San Salvador donde tenía que tratar temas pandilleros con un
subalterno denominado Bukele. Reconociendo el Coronel que la presidenta Sheinbaum ha puesto sobre la
mesa su agenda de simbiosis donde Estados Unidos debe bajar su consumo de
fentanilo y dejar de inundar de armas a México, entonces Johnson ha de enfocarse menos en México y más
en sus aliados militares y de inteligencia con tal de mitigar lo obvio en una
mente uniformada: el crimen organizado de Estados Unidos es el crimen
organizado de México. Durante un siglo los políticos de Washington han visto
del otro lado de Río Bravo las dificultades, nunca han hilado la red mafiosa de
sus empresarios y políticos, el caso más patético fue el presidente Biden
indultando a su hijo, el otro caso patético es Trump separando a su hijo Barron
de los Dreamers. Hace poco la presidenta Sheinbaum se reunió con los padres de
los 43 tratando una herida que Washington mantiene abierta pues el tráfico de
goma de opio desde Guerrero hasta Chicago, persevera en sus rutinas sin estorbo
de las autoridades norteamericanas, de igual manera regresa a México el
trasiego de armas. Si la asociación del rifle apoyó a Trump, sus límites deben
quedarse en Estados Unidos y hacerla grande a su manera. Al embajador Salazar
las agencias lo manosearon, se espera que el coronel Johnson las ciña a su
autoridad y que abandonen los itinerarios de plagios que subsisten desde
Camarena hasta Zambada. A ningún diplomático, empresario o jurista respetaron
las agencias, el coronel Johnson podría iniciar también por ahí. El chauvinista
y el conservador mexicanos son similares: sus pasiones los enemistan o los
lacayan con Washington. Es la historia común de México con Latinoamérica que el
Humanismo Mexicano desbarató al no caer en brazos de ninguno. El Coronel
Johnson elevado a Procónsul desde ya, es odiado por la izquierda y es amado por
la derecha; la justa medianía lo encarna la presidenta Sheinbaum desbrozando la
mucha paja de las escasas pepitas distantes de la sumatoria cero. El nuevo
embajador de Estados Unidos es una ocasión impar en la historia diplomática de
ambos países, de ninguna manera puede repetir los clichés de la diplomacia ineficaz
porque no arriba al patio trasero de la putrefacción neoliberal. De cuánto
pueda ser útil el coronel Johnson lo determinará la presidenta Sheinbaum: su peculiaridad
es la medida de sus aciertos.