Por Vladimir Rothschuh
La sentencia doble del
ministro Pérez Dayán a favor de lo particular en un bien público, es el fallo
que el Pleno de la SCJN debió aplazar un tiempo debido a que se avecinaba un
paquete de reformas que incluía la enmienda al comportamiento del Poder
Judicial sobre la legalidad de sus fallos pero lo injusto de sus secuelas. El
ministro Pérez Dayán acentuó el Garantismo de que las leyes reformadas por Peña
Nieto para privatizar un bien de los mexicanos, son más leyes que las emanadas
por López Obrador a favor de la mayoría de los mexicanos sobre los negocios de
particulares. Desde los liberales Rejón y Otero, hasta las reformas
calderonistas del 2011, el Amparo ha sido una figura que se ha moldeado
conforme a la modernidad de los tiempos; hoy mismo a pesar que existen leyes federales y de la CDMX a favor del derecho
animal, la figura del Amparo pasa por encima de ellas a partir de la resolución
de los tres niveles judiciales destacando la ministra Yasmín Esquivel. Importa
poco lo que diga contra las corridas de toros un marco legal superior.
Curiosamente al ministro Pérez Dayán no se le imputa de violentar la equidad
fundamental que en otras naciones del mundo maniata a los impartidores de
justicia frente al constituyente: en diversos países la Corte carece de
facultades creativas que solamente compete al Legislativo. Al acentuar el
ministro Pérez Dayán que la SCJN es un órgano paralelo al Parlamento y que los
ministros son iguales o valen más que un legislador, apuntala la reforma
constitucional del presidente López Obrador, que saca del factismo a los
impartidores de justicia y los coloca en la tabla rasa de la democracia
electiva para saber a quiénes se deben y comportarse conforme ese espíritu
original del Soberano. Sin embargo, no se le cuestiona por el manoseo del Garantismo
sino que se le cuestiona al ministro Pérez Dayán su voto de calidad, alabado en
unos casos y sancionado en otros, cuyo valor a todas luces es omiso en numerosos
sentidos de la mini democracia que se debe vivir entre los once ministros y a
la cual consultar, pero que por sobrecarga laboral es la puerta lateral al
chanchullo. Los liberales yucatecos replicaron el Garantismo europeizante
evitando carnicerías partidistas de
maten al rey y que hoy se desdobla conque maten a Pérez Dayán sobre épocas
superadas, al menos en las diversas reformas que han expandido la cobertura
derechohumanista para protegernos de los excesos no del presidencialismo sino
del Estado que suma a los ministros de la SCJN responsables de su incredulidad
al haber prostituido la maravillosa figura de la Judicatura. Los ministros
opositores a la reforma del presidente López Obrador para erradicar 500 años de
una tradición leguleya que ha dejado insípida la impartición de justicia, han
dado luz verde a ese paquete de transformaciones cuando el impolítico ministro
Pérez Dayán privilegió lo particular sobre el bien común, aduciendo un
galimatías de que las leyes neoliberales del salinismo vía Peña Nieto son
superiores a las reformas progresistas del juarismo vía López Obrador,
licitando así, la fatua equidad de que la SCJN debe respetar el marco
constitucional pero irrespetar a la vez a los constituyentes que echaron abajo
los negocios de unos cuantos y devolviendo
a los mexicanos sus Derechos Humanos de Nueva Generación a gozar de
electricidad barata y eficiente en sus hogares. Démosle las gracias al ministro Pérez Dayán
que lució a una Justicia tuerta y de espaldas al pueblo mexicano, exaltando su
doble laudo el interés particular por el nacional. A la afición constituyente
de jueces, magistrados y ministros, la elección democrática propuesta por el
presidente López Obrador a través del voto popular, es la retroalimentación
sensata de que no provienen del dedazo de un partido, empresario o gobierno,
sino que cuentan con la legítima autoridad cedida por el pueblo quedando a la
par de los electos legisladores y Jefe de Estado.