Por Vladimir
Rothschuh
Monumental cierre de
precampaña de Claudia Sheinbaum alumbrando de rosa el espacio fundado sobre los
fracasos del porfiriato y del callismo: la frustrada sede del congreso y esperpento del saqueo
post revolucionario. Ahí Sheinbaum personificaba bajo el cabalístico uno más
ocho, el cierre oficial de su precampaña, pero sobre todo el cierre de cinco
siglos de sexismo, clasismo y tristemente, racismo en un país multi étnico.
También significó la apertura ojalá feliz de reconciliación de nuestro México
hacia su origen como Estado Nacional fincado en la desconfianza mutua azuzado
por la conquista militar y espiritual. Porque en nuestra inmadurez histórica
solemos culpar a las mujeres de nuestras incapacidades inherentes de machos,
siendo una mujer la que hizo posible la amalgama de las etnias contra el
imperialismo mexica, siendo una mujer la que fecunda y libera a México de la
Nueva España, siendo una mujer el estandarte de la unidad nacional y de todas
esas mujeres patriotas que como Jefa de Gobierno entronó Sheinbaum en
bronce a lo largo del Paseo de la
Reforma. Ha sido difícil en México como en el mundo, la restitución del derecho
matriarcal a quienes una vez gobernaron con Gaia las latitudes del planeta. Hoy
predicen los chinos con su almanaque de ciento ochenta años, un periodo de
crecimiento, fertilidad, bajo el dominio de las mujeres en los restantes veinte
años. EI I-Ching lo llama verano, mujer, Li, nueve; sin embargo, una mujer no proyecta un asiento en el buró
comunista de Xi Jinping y menos éste ha decidido cederle su cargo a una matrona
de la política asiática para los futuros lustros. Este es nuestro cierre y
nuestro estreno con Sheinbaum imantando
esos cinco siglos en naturaleza propia o como atajara cuando le interrogaron
sobre su logro personal de alcanzar la máxima magistratura, que no era un tema
de ego sino de la visibilización de las mexicanas y de las niñas que pueden y
deben asumir sus derechos por encima de los roles establecidos en la jerarquía
de sexos. La inmensa mayoría de asistentes al cierre de su precampaña en el
Monumento a la Revolución, eran chicas adolescentes y mujeres de mediana edad
provenientes de todas partes del país e identificadas con la nueva época que
avizoran para ellas y México. En la plenitud física exaltada por de Beauvoir,
ha discurrido Sheinbaum con una madurez inusitada porque remisos y extraños se
inclinan a su paso como lo evidenciaron todos los precandidatos que compitieron
con ella por la continuidad del proyecto transformador del país, como lo son
las mesas de proyecciones con personajes diversos. La habilidad innata de sumar
visiones opuestas bajo el concierto de su munificencia, permiten aventurar la
reconciliación con nuestros orígenes políticos y de Estado Nación. La unidad y
la paz en los senos familiares siempre las tutelan las madres y son las
mexicanas las que han formado generaciones y han sacado a los suyos y a los
nuestros del abandono apuntalando una hombría pública soportada por las enaguas
de la casa. Estabilidad emocional, formación intelectual, trayectoria
ideológica, mujer del principio al cabo, Sheinbaum es el cierre y el estreno
acertado de una nueva administración política con expresión holística propia de
su género. En la sinuosa confianza está la inauguración sedosa de la primera
mujer Jefa del Estado Mexicano.