*Covid, cura con agua
*Gozar la naturaleza
*Bien-estar en lo simple
VLADIMIR ROTHSCHUH
Uno de los mandamientos del Decálogo del presidente López Obrador hacia la Nueva Normalidad, apunta al disfrute natural de la vida o el retorno práctico a una existencia simple y alejada horacianamente del mundanal neoliberalismo. Así en este disfrute original de nuestros bienes ambientales, el agua es un adversario poderoso contra el Coronavirus. Es el vital líquido otra de las vacunas de la naturaleza que compone la mayoría del planeta y de nuestros cuerpos, salvo que hoy día el agua que bebemos ha sido sometida a procesos de erradicación de sales y minerales, impidiendo el PH que hace desfavorable que los microorganismos dañinos avancen. El virus de la pandemia ha encontrado a nivel global un aliado en la industrialización del agua, el líquido que consumimos en las urbes no es agua sino una sustancia que ha perdido todas las propiedades para curar al ser privada de los minerales y sales naturales que consienten el desempeño entre la acidez y la alcalinidad o PH.
Los virus, bacterias y hongos, se reproducen fácilmente en cuerpos que han perdido la alcalinidad volviéndose extremadamente ácidos por lo que comemos o por las emociones bajas, a las cuales también atañe el Decálogo del presidente López Obrador cuando menciona el rescate y ejercicio de la felicidad. Las aguas actuales embotelladas han sido diseñadas de tal forma que ahí nada prolifere y como líquidos muertos puedan permanecer años sin descomponerse. Lo que a simple vista parece un gran logro moderno con la esterilización del agua, resulta todo lo opuesto porque al llegar a nuestras células carecen de elementos para los procesos químicos dando lugar a la deshidratación con sus resultados devastadores expresados en hipertensión, diabetes y obesidad, los tres factores sobre los que el Covid-19 interactúa fatalmente. La normalidad expresada en diez puntos por el Presidente de México es más una vuelta al pasado debido a que el actual modelo económico engendró los diversos estilos de vidas y sus epidemias consumistas. De ahí nace que las industrias alimentaria y farmacéutica se hayan encargado de diseñar cadenas de males que les permitan obtener ganancias económicas a costa de la enfermedad. Una humanidad sana deja de tener sentido en las ambiciones del capitalismo y el agua ha resultado ser esa materia angular que hoy se compra embotellada, como advirtió Toffler, para dañar las estructuras vitales de los humanos.
Un cuerpo con un PH alcalino impide que los
virus, hongos y bacterias se multipliquen anómalamente. El agua embotellada que no es agua, ha
permitido a nivel mundial que la pandemia haga de la humanidad su caldo de
cultivo. La tal asepsia recomendada por la moderna medicina y sobre la cual la
Cuarta Transformación ha emprendido cambios hacia el modelo sanitario nórdico,
atrajo con sus esterilizaciones daños colaterales, pero que afortunadamente pueden
llegar a corregirse hirviendo el agua de la llave para alcalinizarla o añadiendo
sal marina a la embotellada, con tal de conseguir aún los beneficios primigenios
del agua natural a través de su PH. El Decálogo
del presidente López Obrador para una nueva normalidad puede valorarse no
después de la pandemia sino mucho antes que el neoliberalismo destruyera los
valores simples de la convivencia humana.
Es por ello que ese valor que tuvo en el pasado la sal para la humanidad
que llega hoy día entre nosotros como sal-ario y abrió las rutas mundiales del
comercio, permite restituir la salud que nos privó el capitalismo con sus
industrias alimenticia y farmacéutica haciendo creer que el agua no era un bien
común y que la sal era dañina para la vida.