*AMLO, alfa y omega
*Fidecine, factor de cambios
*Vicios posdemocráticos
VLADIMIR ROTHSCHUH
La estrategia anticorrupción
personalizada en la figura juarista del presidente López Obrador, ha tenido un
efecto rebote en los gobiernos estatales y municipales. Las recientes
mediciones de Julio Santaella evidencian que la depuración moral de esas prácticas
en el Gobierno de México, se mudaron hacia los dos niveles inferiores de la
administración pública, igual como acontece con las fumigaciones contra
especies nocivas que abandonan sus madrigueras hacia los espacios vecinos. El
efecto cucaracha descubierto por el INEGI señala a las autoridades de
Guanajuato, Puebla, Tabasco, Durango, Zacatecas, Edomex, BCS y Nuevo León en la
cúspide de delitos de cuello y guante blanco. En contraste el equipo de
Santaella obtuvo muestras sorprendentes de la revaloración positiva del
ejercicio presidencial de López Obrador con los niveles de confianza
duplicados, los mexicanos evaluaron en los sondeos del INEGI que el Gobierno de
México genera certidumbre pasando del 25.5% del sexenio pasado al 51.2 por ciento en el actual. En los gobiernos estatales reprobados por
corrupción no aparecen exclusivamente los panistas, priístas y perredistas,
también los acompañan los de Morena, certificando el INEGI la autoridad moral
del presidente López Obrador sobre su Gabinete y lo acertado de sus controles. La
interrogante en este fenómeno es llamativa, López Obrador es el código del
cambio, es quien jaló a Morena como una Babel a ser mayoría partidaria pero sin
un ápice este movimiento de honrada medianía juarista. Otra vez México se
enfrenta al dilema de los hombres y las instituciones, el presidente López
Obrador es el Alfa y Omega del proyecto transformador de México y cada vez que
toca madera sobre las reformas constitucionales que el pasado no podrá
restituir, toca madera doble por el conservadurismo declarado y los
conservadores de izquierda disfrazados. El referente lo puso de relieve el
sondeo del INEGI sobre corrupción acotada en la figura del Presidente de México
y su administración, pero extremada en los gobiernos estatales y municipales de
Morena. El hecho de que el presidente López Obrador haya marcado sana distancia
con las epidemias de la posdemocracia finiquitando la figura del ‘Partido en el
Gobierno’, califica su certeza acerca de la dificultad reinventiva en las
conciencias del sistema político siendo el presidente López Obrador comienzo de
la honrada medianía juarista y en el presidente López Obrador final de la ética
republicanista. Son tristes las conclusiones del INEGI sobre el crecimiento de
la corrupción en los gobiernos estatales y municipales, pero grato que los
mexicanos ponderen el cambio en el Gobierno de México.
¡Viva el cine mexicano!, fue una
sentencia veraz de Alejandra Frausto porque horas después el coordinador de los
morenos lazarinos acotaba el traspié de su bancada. Saliendo apenas del
desaguisado de Ramírez Cuéllar no tardó en meterse Mario Delgado en otro con la
industria del cine. Sin embargo hay que
reconocer que otra de las virtudes de la 4T es entender sus errores y
sabiamente sus políticos reculan o les meten reversas desde Palacio Nacional; así retiró Mario Delgado su rúbrica de una iniciativa que lo tomó en curva igual
que al diputado Mayer Bretón responsable de revisar todo lo que tiene que ver
con cultura y cinematografía. Después del Fonca los creadores aprendieron
rápido la lección y este triunfo para mantener Fidecine como fideicomiso hay
que reconocérselo también al canciller Ebrard, autoridad superior en las
decisiones de Mario Delgado y erigido en ventanilla de atención a actrices,
actores y cantantes al borde del colapso, desde la repatriación de los restos de
José José hasta lo último de Ninel Conde pidiendo auxilio en Palacio Nacional
para recuperar a su hijo. Las gestiones ante la bancada morena de Alejandra
Frausto convergieron con las Iñárritu, Del Toro y Cuarón, en el sustento lógico
del cine mexicano como responsable de los cambios sociales. Y como el súper yo
de la Cámara Baja, el líder del Senado, Ricardo Monreal había serenado los
ánimos por enésima vez como había ocurrido un día antes con Ramírez Cuéllar. El
cine mexicano quedó momentáneamente a salvo cuando los responsables de la
extinción de Fidecine están inconformes con lo que ellos llaman despilfarros millonarios, diseñando candados o censuras con tal de cualificar el séptimo arte
del que saben ni jota. El sí se queda el fideicomiso, pero bajo nuevas reglas, dará espacio a debates sobre el intervencionismo político coartando la libertad de los cineastas.
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