*La rifa del puma
*Nafin: Dispersión Pyme
*La Mafia del Poder insiste
VLADIMIR ROTHSCHUH
El presidente López Obrador no puede
llamar a cuentas a Bertha Luján, a Yeidckol Polevnsky, Mario Delgado o
Alejandro Rojas, por la marrullería con que se disputan la dirigencia nacional
de Morena, lo que hizo el Presidente de México fue llamar a cuentas a los
delegados estatales de su gobierno para recalcarles que es Jefe de Estado no el
cabecilla pandillera de un partido de Estado. Las conductas de las facciones
morenas no alcanzan siquiera ese término porque el Partido de Estado era
monolítico y bajo unidad militar férrea, nadie se movía si no lo autorizaban en
Los Pinos; en Morena cada cual y cada quien hace lo que se le pega la regalada
gana, montoneramente y nada que ver con los radicales sudamericanos, sino en el
término de hacer la vaquita y echarse montón entre ellos se pican los ojos, se
meten zancadillas como lo hacían antes en las tribus negriamarillas y que los
acabó venciendo. Ojala Morena y sus militantes tuvieran la mística partidaria
para guiarse bajo los propósitos republicanos y juaristas que el presidente
López Obrador les leyó como cartilla a todos los súper-delegados y que
decantara entre las huestes de Luján, Polevnsky, Delgado y Rojas, en beneficio
de la regeneración del régimen partidario fallido en la posdemocracia cuyo
muladar es su partidocracia, porque ciertamente es abyecto que el presidente
López Obrador pidiera a los partidos reducir sus prebendas o subsidios públicos
a la mitad y que Morena se hiciera guaje como si el Santo les hablara y no el
líder que los puso a todos ellos en la cúspide de la máxima magistratura
nacional. Varios asistentes al regaño del presidente López Obrador, salieron
giñándose los ojos porque creyeron que la reprimenda era un discurso de consumo
externo ignorando los recursos contra el caudillismo de Bonilla en la SCJN pero ya subsanado con
la remoción de Batres y Muñoz Ledo que apostaban a sempiternos violentando el
marco legal de ambas Cámaras. Los súper-delegados vivieron el republicanismo
lopezobradorista como desheredad, al Presidente de México lo único que lo
identifica con el Estado es su gobierno sin distingos ideológicos o políticos
pues juró desde su toma de posesión abolir el pasado de corrupción
presidencialista para dar paso a la real Transición Democrática denigrada y
transada por la derecha en la primera década de este siglo. A los ojos de los
miembros de Morena resultó claro, vaya tragedia, que el enemigo de ellos era la
honestidad republicana del presidente López Obrador y tienen una opción, irse
del Gobierno y cobijarse bajo la Mafia del Poder.
El road show de los aspirantes a
dirigir Rectoría UNAM, refresca en los medios la vitalidad universitaria y
definitivamente los cuatro años de Graue al frente le dieron una visión y
experiencia que sus contrincantes no tienen pese a formar parte de la vida
académica. La Máxima Casa de Estudios como parte sistémica del país se adecua a
los tiempos políticos, ha respondido a lo largo de su historia al azogue de los
cambios y el actual de la Cuarta Transformación se percibe con claridad, como
lo evidencia la sinuosidad con que la sucesión finalmente se resolvió
excluyendo las violencias que desde mediados del 2019 comenzaron a ejercer
presiones pero que conforme a la conducta
republicanista de López Obrador la quietud regreso a sus márgenes. Enrique
Graue ha encontrado en el Presidente de México respeto a la autonomía y un
cariño obvio como ex alumno de la UNAM y que desde Zedillo como ex alumno del
IPN, como Fox emanado de los perversos jesuitas, como Calderón rechazado de la
UNAM y recogido por la Libre de Derecho o Peña Nieto hijo ilustre de los
Legionarios de Cristo, es decir, veinticuatro años sin un Presidente de México
unamita es patente que la homeostasis entre la UNAM y Palacio Nacional es
exaltada hoy entre Graue y López Obrador en sus valores autónomos y
presupuestales. Las circunstancias son ad hoc, Graue ha sido un Rector sencillo y con
carisma sabiendo buscar lo que une a la Máxima Casa de Estudios con México y
eso incluye al poder político, simplemente hay que ver el pasado estridente de
Narro ahora metido a enemigo jurado de la Cuarta Transformación, traicionando a
su partido que le dio todo y traicionándose a sí mismo en aquelarres con la
reacción de Futuro XXI. Por supuesto que debe mencionarse ese ex rectorado
cuando las ambiciones saltimbanquis formaban parte de la turbiedad conflictiva
procreada en violencias, pues a ese grupo se le hizo fácil pasar del fémur de
la CNDH al de la UNAM y es aquí donde esa tersura de la 4T reveló sus dones
haciendo recular modestamente esas desmedidas codicias. La autonomía de la UNAM
debe representarla y engrandecerla todo unamita pero sobre todo el rectorado,
antes y después, porque también valen los ejemplos posteriores de portar la
camiseta de ese tigre al que bien pudo identificar Graue como sacarse la rifa del
maravilloso Puma.
Dejó de escuchar quejas empresariales
el presidente López Obrador una vez que Alfonso Romo supo corregir los
estreñimientos financieros que Hacienda provocaba por los entreveramientos
ideológicos y ahora plenamente superados
con Arturo Herrera. El paso fundamental de la fusión Bancomext y Nafinsa tuvo
que aguardar varios lustros hasta que la Cuarta Transformación anclara en el
poder presidencial designando al
experimentado regio, Eugenio Nájera, al frente de ambos organismos financieros.
Y lo que ocurrió entre Nafin y Hacienda meses atrás se reprodujo en la CDMX
entre Nafin y Fondeso, obligando a la perspicaz Sheinbaum a detectar la
resolución en Desarrollo Económico con el relevo de Akabani para que impulse
con urgencia comercio, servicios, construcción e industria. Los 96 mil millones
de pesos dispersados por Nafin entre las Pymes chilangas en los pasados seis
meses, pudo alcanzar una cifra mayor de
no ser por las conductas de Fondeso que le cierra el paso con obstrucciones y
prácticas de coyotaje a micros y pequeños empresarios. Alfonso Romo restituyó
la normalidad económica entre el gobierno federal y los empresarios, así como
le devolvió la autoridad, visión y acción a Eugenio Nájera para que derribados
los obstáculos hacendarios comenzaran a fluir los recursos financieros entre los
empresarios. Aún puede Sheinbaum alcanzar con Nájera y Akabani, una mayor inversión de
Nafinsa en la CDMX modificando la estructura de Fondeso por el mal trato social
otorgado a los micro, pequeños y medianos miembros de las Pymes.