*Pasión por la UNAM
*Ilegitimidad con subsidios
*Intermediarismo agrícola
*Sucesión y autonomía
VLADIMIR ROTHSCHUH
La falta de autoridad moral de la clase gobernante fue de la mano de las
reformas del Estado para facilitar la democracia y por supuesto no es el 2000
la fecha cuando el PRI pierde el poder presidencial sino desde más atrás cuando
López Portillo a través de Reyes Heroles favorece la legalidad de las
izquierdas. Los déficits de legitimidad política con De la Madrid hasta Zedillo
se tradujeron en concesiones a un sistema partidario que a la fecha sobrevive
en las canonjías de ese viejo Estado absolutista que se concede el régimen
partidario a través de los subsidios del INE y que rondan los seis mil millones
de pesos. La carencia de autoridad moral de los gobernantes impidió que
ninguno de los inquilinos de Los Pinos alzara la voz acotando ese derroche
multimillonario para la partidocracia puesto que había que alimentar esa
ficción entre los adversarios siendo un plazo terminal extendido; con la
autoridad moral del presidente López Obrador hay margen para que el Jefe del
Estado Nacional Mexicano, no solamente el Jefe del Ejecutivo, haga un llamado a
los partidos políticos a reducirse a la mitad los subsidios. Llamativo que el
presidente López Obrador haya tenido que jalarle el cabestro públicamente a Morena y aliados sobre una justeza juarista que debió ejemplificar el partido
en el gobierno nacional desde meses atrás. Es valioso comprender que con ese
respaldo ético el presidente López Obrador desmantele los excesos del viejo
presidencialismo y sus metástasis salariales en una multiplicidad de órganos
autónomos en los que el antiguo orden sobrevivió su corrupción y que en el
metalenguaje moderno se le conoce como ‘posdemocracia’. Y a la apelación
juarista del presidente López Obrador contra los excesos partidocráticos de
nuestra posdemocracia, el presidente consejero del INE, Lorenzo Córdova, se une al llamado de la Cuarta Transformación
para revisar esos montos sin afectar la vida de los partidos, subrayando que el
INE no es quien fija esos absurdos y procaces miles de millones sino que son
los mismos partidos que con cuchara grande formulan las reglas del juego
constitucional desde sus controles parlamentarios. Como ningún otro Presidente
de México tuvo la autoridad moral de López Obrador, se facilitaron los
lixiviados de la piramidal corrupción, hasta la traición de la transición
valiosísima al principio de este siglo por parte de la derecha histórica.
Autonomía, autonomía, autonomía, son las
palabras del vértice perfecto que el Rector de la UNAM trae a flor de labios al
inicio del ciclo escolar y que coincide con los 90 años de ‘autonomía’ de la
Máxima Casa de Estudios. No es vano el mantra discutido por académicos y
expertos universitarios cuando por enésima ocasión la UNAM debe sortear las ambiciones
del poder sexenal y que en muchos casos ha
podido horadar esa autonomía incidiendo en la sucesión de su rectorado quizá
porque ninguno de los últimos Presidentes de México tenía vinculación con la
UNAM como sucedió desde Zedillo hasta Peña Nieto, salvo ahora con el presidente
López Obrador como fruto particular de ese árbol de frondosas raíces que luce
la campaña que exalta Enrique Graue: porque esos 90 años de autonomía coinciden
con el medio siglo del 68 donde la Máxima Casa de Estudios representó el
almácigo del cambio y expresados en la memoria cultural de ese movimiento
estudiantil. La izquierda de aquella demanda indudablemente para el rector
Graue, está en el poder con transformaciones revolucionarias sin recurrir a la
violencia y al derramamiento de sangre como hace un siglo. En unos meses se
definirá lo que analistas ponen sobre la mesa del futuro de la UNAM:
preservación de la autonomía con la reelección de Graue o una ruptura al modelo
a través del grupo unamita moreno. La cercanía presidencial de Juan Ramón de la
Fuente, el respaldo del canciller Ebrard, los intimismos de Slim, la externidad
de Monreal y los trabajos institucionales entre el rector Graue y el Primer
Mandatario, equilibran la balanza sobre la certeza que el estilo del presidente
López Obrador ha podido acotar las burguesas precipitaciones que llamaba Mao al
impromptu clasemediero y podado con la Revolución Cultural. Ni Zedillo, Fox,
Calderón y menos Peña Nieto, tenían pasión por la UNAM, López Obrador emerge de
esa alma mater, lo que es decir suficiente en esta circunstancia sucesoria de
Rectoría.
Las semanas de plantón frente a Palacio
Nacional no torcieron el brazo al presidente López Obrador: ninguna de las organizaciones
campesinas volverá a ser intermediaria de programas agrícolas y financieros. La
experiencia campesina del Primer Mandatario es que siempre se han otorgado
cifras multimillonarias al sector rural sin que los campesinos reciban esos
recursos, la pobreza del agro es la riqueza de los líderes. El diálogo
permanente que ha mantenido Víctor Villalobos se enriqueció con Alfonso Romo e
Ignacio Ovalle pero no movió un ápice a las organizaciones que pelean su rutina
clientelar a servir de intermediarios con los productores, para operar los
fertilizantes, semillas, tractores, préstamos, cupos, en fin, no están
dispuestos los dirigentes agrarios a hacerse a un lado como tampoco a una reingeniería
organizacional. Sader ha dispersado los apoyos a los productores reales, Frente
Auténtico del Campo, CODUC, UA, Cloac, el Campo es de Todos, alegan ‘sus
derechos’ de que esa dispersión compete a ellos y Víctor Villalobos debe asumir
los roles de pasados titulares de Agricultura en la comodidad de su oficina. Contra
el crimen organizado del huachicoleo pudo la estrategia del presidente López
Obrador, en rangos de manipulación esas agrupaciones rurales no han mitigado el
parecer del Presidente cuando les advirtió por enésima vez que “esto ya cambió,
muchas organizaciones ya lo están entendiendo y otros se resisten, piensan que
vamos a dar marcha atrás. No, se acaba la corrupción, ya no hay huachicoleo ni
arriba ni abajo, es como con la condonación de impuestos a los machuchones, se
acaba el influyentismo. Es parejo, se termina la corrupción.” Durante muchas
décadas el clientelismo político sostuvo las centrales campesinas, a la caída
del Partido de Estado simplemente esas organizaciones se adosaron al panismo
para seguir con sus prácticas intermediaristas, llegado el tricolor a Los
Pinos, esas agrupaciones se volvieron priístas y con el triunfo de la Cuarta
Transformación presumían ser de Morena. La narrativa de la corrupción agraria
la rompió el presidente López Obrador y ahora Víctor Villalobos debe ir detallando
la urgente reforma que debe mitigar los efectos antizapatistas del salinismo.
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