Vladimir
Rothschuh
Desde
1990, fecha en que el Partido de Estado sacó de Gobernación al IFE, se mantiene
a la fecha una especie de prevaricato: los ex funcionarios electorales pueden
brincar de una chamba en el INE a un cargo partidista y hasta en el gobierno en
turno. La secuencia solamente era tomada de origen, no se podía ser consejero
ciudadano del INE si se formó parte de un partido político, ya no digamos de un
ex miembro de gabinete que se fugara de subordinado de una transnacional. Los
ofendidos por ese encabalgamiento de nuevo cuño, no reparan en que los
recientes ex consejeros están creando una nueva agrupación bajo la denominación
de SomosMx. El conflicto de interés salta por lo grotesco quedando la última
palabra en el nuevo TEPJF que encabeza Gilberto Bátiz, para devolverle a la
democracia su cordura. No solamente se trata de que ex consejeros del INE,
testeados por Córdova y Jacobo, sean ahora militantes opositores porque lo fue
Santiago Creel, sin que entonces nadie le jalara el cabestro por lo ilícito, nones
Chuayffet por el tricolor o Arturo Núñez por el PRD. Tampoco es sensato que dos
grupos cristianos contravengan la laicidad cuando consiguieron el beneplácito
del INE para ser además de asociación religiosa, agrupación política con cargo
al erario público. Otro fierro más, aunque frio, para los magistrados
electorales que ven en rumbo de sus ponencias llegar los tres de tres
finalistas para futuros partidos políticos del exagerado mosaico parasitario
partidocrático: una agrupación es propiedad de los ex consejeros bajo proceso
administrativo del INE y dos, son de pastores evangélicos que han pillado al
equipo de Sheinbaum en Bucareli.
