La presidenta Sheinbaum ayer
remontó la estelaridad regional perdida e inexistente de México en América del
Norte en las últimas décadas: su rol diplomático frente a Donald Trump obligó a
que el primer ministro canadiense viajara a la Ciudad de México para platicar
sobre los intereses comunes de ambas naciones con tal de hacerle frente al
colonialismo arancelario del magnate e inquilino de la Casa Blanca. Desde que se
instauró el libre comercio en Norteamérica en fechas de Carlos Salinas, hasta
su epónimo Peña Nieto, México era la cabeza de ratón de ese acuerdo tripartita.
Lamentablemente los grandes aciertos de la Presidenta de México bogan entre la
politiquería de morenistas infieles, medios carroñeros, oposiciones desmoralizadas
y empresariado conservador. La metáfora griega del Estadista como Capitán del
Barco, en nuestro caso de la Presidenta Capitana, va anillo al dedo mientras
Claudia Sheinbaum tiene un rumbo y un mapa definidos de su agenda de país, el
cual transita alegóricamente en un mar doméstico encrespado, pero que no logran
dichas mareas hacerle perder a la Capitana el tono y el tino de sus puertos a
alcanzar. La reunión de Sheinbaum con Mark Carney fue espectacular, ¿quién
olvida a Peña Nieto ignorado por Obama y Justin Trudeau siguiéndolos con la
mano extendida subiendo y bajando templetes e inadvertido por el presidente gringo
y el primer ministro canadiense? Y los medios y los empresarios y los opositores,
entonces engordaban sus caldos mofándose del salinismo de Peña y Videgaray,
pero hoy que la dignidad de México es restaurada por Sheinbaum aflora nuestra
mezquindad perpetua, para entretenerse en la putrefacción de sobremesa de La Barredora,
siendo que la Presidenta de México sentaba en Palacio Nacional al debilitado
primer ministro canadiense que buscaba auxilio de la Mujer Maravilla. Ni
siquiera hubo lugar en la carroña, para el Tren de Pasajeros Querétaro –
Irapuato, que Sheinbaum rescata del decoro de nuestros liberales encabezados
por Lerdo de Tejada y no por el golpista Porfirio Díaz, recuperación de la
dignidad perdida con los neoliberales en el siglo pasado que privatizaron lo
que quedaba de esas líneas férreas. Tenemos una gran Presidenta Capitana
piloteando en muchos frentes y agigantándose ante los retos que ella misma
convierte en desafíos, mientras que para otros son adversidades políticas ya por
lucro opositor o antropofagia de nuestra izquierda irredenta. La Presidenta
tiene un buen equipo comunicacional con Paulina Silva, Jesús Ramírez Cuevas y
Alfonso Suárez del Real, para que lo prioritario en la transformación nacional
ocupe su sitio y lo urgente quede en la procacidad de la rapiña en las
interiores de nota roja. El México cabeza de ratón del TLC plenamente
identificado desde Carlos Salinas, pasando por Fox, hasta Peña, fue exorcizado por
Claudia Sheinbaum, logrando la merecida dignidad y respetos al Pueblo de México.
La Presidenta Capitana recupera en su figura de liderazgo e investidura, la
imagen inverosímil de un México que ya no es la cabeza del roedor y ni siquiera
la cola del león, sino que late en el pecho de esas tres naciones, nunca
percibida en nuestra historia republicana.