Vladimir
Rothschuh
La historia de la vecindad México - Estados Unidos ha sido y sigue siendo de agravios. El Imperio Mexicano visualizado por el primer humanista de América, Carlos Sigüenza y Góngora, pervive a lo largo de los siglos como una realidad auto traicionada desde los conservadores de la primer Republica, hasta los herederos de la Revolución Mexicana con el proconsulado de Morrow. Nuestro Imperio Mexicano como cultura y usurpado por los gringos como colonialismo, nos ha permitido sostener nuestra identidad por los siglos, en bajezas entreguistas unas veces y el altivez nacionalista otras, como ocurre hoy con el presidente López Obrador atajando el injerencismo del Departamento de Estado a través de su representante diplomático en México de origen mexicano para desgracia de nuestros accidentes vecinales. Intuyeron mal Blinken y Salazar que en el progresista López Obrador había una dosis del revolucionario Plutarco Elías Calles para repetir el proconsulado de Dwight Morrow, diciéndole al Presidente de México cómo conducirse con la reforma del Poder Judicial. La respuesta del presidente López Obrador recuperó el lado sano de nuestra historia reciente o de la Tercera Transformación porque el Tratado de Libre Comercio definitivamente no es el Tratado de Bucareli: México no le debe nada a Washington y la presunta igualdad soberana a que alude el Departamento de Estado es colonialista donde la paridad la mal traducen en injerencismo. Lo sugestivo radica en que los denominados comunistas por sus adversarios políticos republicanos, sean hacia fuera tan feudales en las determinaciones de los pueblos, como cualquier especista seguidor de Donald Trump. El presidente López Obrador atajó el proconsulado en ciernes congelando las proximidades de Ken Salazar como representante de nuestro vulgar patrioterismo que buscó en el extranjero la ayuda interventora sobre las decisiones mexicanas y lo sigue haciendo a través de USAID. El manual de la diplomacia norteamericana como el catre de Procusto, es igual para Biden que para Trump: cruelmente su intromisión desmembra y desestabiliza a las naciones, ya sea dando dólares a organismos civiles, desconociendo triunfos electorales, o bien, armando al crimen organizado. El embajador Salazar confundió la cortesía del presidente López Obrador con el entreguismo de Plutarco Elías Calles, Felipe Calderón o Carlos Salinas: el T-MEC no autoriza a Washington a decidir ningún rumbo de los mexicanos y mucho menos a decirle a la máxima autoridad nacional qué hacer. Nuestro Humanismo en sus orígenes fue la fusión redentora en pos de una nueva identidad frente al Edén europeo pervertido. El Humanismo Mexicano acuñado por el presidente López Obrador también es el reflejo hacia la recuperación de la cimas oteadas por él en tres momentos históricos que a su vez la suya como cuarta enmienda, significa la cancelación de los errores neoliberales y que por supuesto incluye la sanidad diplomática no sólo con la vecindad estadunidense, sino global cuando se omiten las decisiones soberanas de los pueblos.