LOS MELONES DEL DESENCANTO

 



 

Por Vladimir Rothschuh

 

Las maravillas que le habló Alfonso Romo al presidente López Obrador acerca de la capacidad profesional y técnica del genetista vegetal Víctor Villalobos, vinculado a Monsanto para ocupar la titularidad de la Secretaría de Agricultura, han ido de ilusión a desencanto en Palacio Nacional. El último evento proviene de las quejas de los equipos de Biden y Trudeau por la muerte de tres personas y la gravedad de cuatrocientas, debido a la ingesta de melones sonorenses infectados con heces fecales. El organismo responsable de vigilar los riesgos fitosanitarios llamado Senasica, ha pasado por alto sus competencias no así el gasto millonario que indujo al presidente López Obrador a remover a su titular por perennidad en el encargo público y disfunciones de transparencia financiera. La atención inmediata a las quejas de Estados Unidos y Canadá a la pujante economía sonorense  que dirige Alfonso Durazo, provino de la gente del doctor  Jorge Alcocer en Cofepris, lo que suena extremo debido a que el organismo que correspondía atender desde la siembra y cosecha los melones contaminados con salmonela, era Senasica. La dependencia de Salud que no de Agricultura, optó por clausurar el foco infeccioso sonorense mientras el personal de Raquel Buenrostro hace malabares en Economía para sustentar las reglas fitosanitarias en el Tratado de Libre Comercio. Sonora fue propuesta por Alfonso Durazo al presidente López Obrador como modelo de energías limpias para que el dueño de Tesla, Elon Musk,  asentara sus ojos en ese desarrollo fronterizo que no sólo cuenta con la planta solar más grande de Latinoamérica sino que  también con las minas de Litio, hoy felizmente elevadas por el presidente López Obrador, a un bien de los mexicanos. El gobernador Durazo ha incrementado las inversiones en carreteras y volteó a ver regiones que desde el callismo jamás fueron tomadas en cuenta. Recientemente Claudia Sheinbaum recorrió la zona costera de Guaymas y preguntó por la descentralización administrativa del presidente López Obrador que había fijado a Cajeme como sede federal de la Secretaría de Agricultura, sin prever que los cantalupos serían en cuestión de días motivos de reclamos por las muertes ocasionadas en Estados Unidos y Canadá. Como ambientalista no está muy agradada Sheinbaum con el tema de las semillas nativas mexicanas robadas por transnacionales para revenderlas estériles a los legítimos dueños mexicanos: “Sin Maíz, no hay País”; igual su desencanto por la crisis nacional generada debido al  Glifosato, causante de la muerte de millones de polinizadores como de rupturas en el Gabinete presidencial tal la de del hoy tristemente ardido Carlos Urzúa, guiñol de los conservadores y del menospreciado poeta Víctor Manuel Toledo, que debieron salir del Gobierno por la preminencia de Alfonso Romo.  Como suele mencionar el subsecretario Víctor Suárez sobre la misión de la producción agrícola que debe ser para cubrir la soberanía alimentaria no para volver más ricos a los latifundistas, los melones del desencanto contravienen el modelo de la Economía Moral y Humanista de la Cuarta Transformación.