TODOS SOMOS JESÚS ERNESTO

 



 Vladimir Rothschuh

 

El presidente López Obrador vio un acto de desesperación opositora en el bullying contra su hijo Jesús Ernesto, a quien han hecho parte del entorno político omitiéndose que es un menor de edad y que los daños emocionales a un niño ahora se prevén en las responsabilidades jurídicas y sociales del Estado. El bullying fue tolerado, degustado, pagado y exaltado hasta hace una década, las mujeres no tenían derechos, los niños menos y no incluyo a los homosexuales porque a diferencia de niños y mujeres, han sido poderosos a través de la historia, desde Pericles, Teseo,  Alejandro, Julio César, el Papado, Napoleón, Hitler y las nuevas monarquías democráticas de Europa. Hoy los proxenetas están felices porque ganó Johnny Deep, hoy los neofascistas están felices con Putin matando mujeres y niños en Ucrania. Es penoso pero el bullying es Uno en todas partes donde se manifieste con sus caretas adoptivas, como dice el presidente López Obrador, de cobardía.  El bullying cotidiano a nuestro Jefe de Estado forma parte de la rutina política de dos mil años  entre contrarios y que inunda, la cotidianeidad en todo aquello donde haya partidarios: fútbol, béisbol, política, religión y lamentablemente niños arrastrados por la crueldad de un viejo orden económico supremacista que pervive en las pasadas generaciones pero que afortunadamente se estrella en los Millennials y Centennials.  A diferencia de ese pasado en soledad, hoy esos chicos y jóvenes victimizados por las redes sociales  tienen nuevos instrumentos en esas redes que los hacen trascender la densidad perturbadora de quienes son replicantes del maltrato en su infancia. Con ese pasado se puede hacer poco, con las futuras generaciones la educación puede transformar ese “nuevo hombre” reclamado por siglos y de ahí la necesidad de escuchar lo que tenga que decir Delfina Gómez en esta circunstancia esencial para la instrucción pública. No es exagerado cuando se pronuncia ”todos somos Jesús Ernesto”, también la niñas vendidas en Guerrero, los menores migrantes sin acompañante, los huérfanos del crimen organizado y los ocho millones de niños de Ucrania.