*Gatell y Héctor Suárez
*Las pestes parroquiales
*Economía Moral post Covid
*Saco roto de la WHO
La Nueva Normalidad se topa con dos
visiones mexicanas, las del optimismo del Presidente de la República y las del pesimismo de sus
adversarios. En ningún momento de la cuarentena afloraron las empatías que los
filósofos pronosticaron en el devenir del planeta, un horizonte de quejas
acompañó a la peste y se sumó a sus desastres. Y a nivel nacional asalta el provincialismo
de que el Covid ocurre acá impidiendo trascender que es el orbe quien sufre los
estragos. En lo proactivo se encuentra el presidente López Obrador arrancando
bajo la lluvia tenaz del sureste, las primeras obras del Tren Maya; si el
Covid no tumbó al presidente López Obrador como imploraban sus adversarios,
menos lo va a derribar esta emergencia económica y ni se diga sus adversarios
que incumplidos hacen a un lado a la democracia para colocar por encima sus
egos. Con la derrota o fraude electoral del 2006 López Obrador no aceptó de
conciencia los resultados y se empeñó en alcanzar la máxima magistratura en el
2012 y luego en el 2018; pudo López Obrador haberse quedado cuajado en sal viendo
al pasado, pero forjó carácter para que hoy no se jibarice en la circunstancia que
sus adversarios apuestan contra él haciendo fracasar a México. Que le vaya mal
al país para que le vaya mal a su clase gobernante, no es una enfermedad de
nuestra posdemocracia, se aviva igual que la pandemia en todo el mundo. Esa ludopatía
por el mal resulta ser una mala apuesta, no se puede quemar la casa para
cocinar el guiso, hundir a México o cualquier otra nación por el simple prurito
de confirmar la abyección de no haberse equivocado, dificultará más la
fraternidad urgente en la reactivación económica post pandemia. En la medida que
mantenga la sobriedad juarista el Presidente de México hay prospectivas de un
mundo mejor.
El deceso de Héctor Suárez da luz
verde en credibilidad a los indicadores diarios que la Secretaría de Salud
emite a través del vocero de la pandemia, Hugo López Gatell. Las referencias
internacionales cuestionadas en torno al volumen de muertes por la peste china
son de saco roto: cualquier muerte era añadida al Coronavirus. Las oposiciones políticas
a la veracidad cotidiana de los informes del doctor López Gatell eran de que
la pandemia no alcanzaba exposición casi genocida y que por fortuna ni siquiera llegó a un
brote natural de Covid como los que acontecen año con año en México con un
saldo de 20 mil muertes. Héctor Suárez
minado desde hace varios años por cáncer no ha sido sumado a los indicadores
del coronavirus, murió por las causas que lo aquejaban desde el 2015 sin
vinculación alguna a la peste china. Los que aún insisten que el doctor López Gatell
le miente al presidente López Obrador por no usar el saco roto de la WHO donde
van a parar como fosa común cualquier tipo de fallecimiento ajeno a los estados
bronquiales del Covid, quedan atajados en el número de mexicanos como Héctor Suárez separados de las estadísticas de la Secretaría de Salud sobre la pandemia. Esas respuestas las ha
dado a diario en sus informes López Gatell, como lo refleja el cáncer de
próstata de Héctor Suárez y ajeno a las afecciones virales con las que el
conservadurismo intenta engrosar ese saco roto contras las medidas sanitarias
eficaces de Salud, ISSSTE e IMSS desarrolladas durante el pico alto de la pandemia en México.
Otro asunto no menos colateral es el que Jorge Alcocer evidenció como
la peor epidemia que silenciosamente mata a miles de mexicanos por obesidad,
diabetes, cáncer, hipertensión e infartos y en los que el sistema nacional de
salud invierte, ahora sí en saco roto, miles de millones de pesos en el mantenimiento
de seudo enfermedades que podrían evitarse con mejor alimentación y movilidad. La
muerte de Héctor Suárez ramifica en dos vertientes originales el mismo mal
contra el que la Nueva Normalidad ha de incidir con la autogestión social: el
Estado Mexicano merece orientar la obligación familiar hacia las ‘enfermedades’
prevenibles.
https://twitter.com/VladRothschuh