*Zapata gay
*Ruptura de las distopías
*Economía moral, paradigma
*Cultura comunitaria y tolerancia
*4T y Revolución Cuatro Cero
VLADIMIR ROTHSCHUH
Cada mes las grandes empresas
norteamericanas deben actualizar a sus equipos de importaciones/exportaciones,
porque cada mes el presidente Trump se pelea con una nación o con un gobernante
y hay nuevos aranceles a estudiar. Este dato hace sobresalir la firma del T-MEC
avalado por la Casa Blanca puesto que en cada crisis suscitada entre los
renegociadores, debía el presidente López Obrador buscar directamente a su
homólogo norteamericano y resolver entre pares el diferendo. El estilo del
mandatario mexicano lo exaltó Lighthizer dirigiéndose en Palacio Nacional
exclusivamente al presidente López Obrador, sobre quien derramó loas,
reconocimiento y respeto, desde el azoro personal de toparse cara a cara con
una figura mítica para Washington y con el que jamás imaginó establecer
acuerdos sobre bases de confianza y respeto. El mensaje de Lighthizer provenía
directamente del presidente Trump, quien tampoco ha escatimado en público
reconocer al presidente mexicano de ideas socialistas pero con quien ha podido
establecer simpatías comunes. La palabra escogida por Lighthizer fue ‘testamento’
como el legado del presidente López Obrador a las generaciones del siglo XXI por haber actualizado el viejo mamotreto del TLC hacia uno más moderno
en los tangibles de la Revolución Cuatro Cero y que curiosamente arrastra
identidad con la Cuarta Transformación Mexicana como desafío para las
instituciones financieras, y económicas de gobierno.
Poco se ha dicho de la
guerra de mediana intensidad pero sostenida por los adversarios de la 4T a lo
largo de un año para descarrillar el T-MEC y arrastrar en esa tragedia
comercial el proyecto transformador del país y en consecuencia la reelección
misma del presidente Trump; esto es, el conservadurismo no implicaba a la
derecha sino a la izquierda tradicional mexicana y Latinoamericana que usa en
su metalenguaje estaliniano al Imperialismo Yankee como soporte de sus
distopías. Como los cientos de amparos generados por los adversarios de Santa
Lucía, algo semejante se reprodujo en los heraldos negros de la economía
mexicana y sus recurrentes descalificaciones econométricas como balas perdidas
hacia la humanidad del T-MEC. Quizá esto sea lo destacable de las
renegociaciones del nuevo acuerdo comercial cuando el presidente López Obrador
instruyera a sus negociadores a sacar de la agenda doméstica el T-MEC para
evitar fuera blanco directo y que a un año dio estupendos resultados con
conclusiones finales como la sorprendente firma de Estados Unidos y Canadá en
Palacio Nacional. En lo sobresaliente de la agenda bilateral competen casi todos
los asuntos México –USA desbrozados a lo largo de doce meses, aunque ciertamente
con más tiempo cuando el presidente López Obrador, al parecer el único con
memoria generosa, para recordar que desde el primer día de julio del año pasado
la anterior administración lo incluyó en las renegociaciones haciendo fácil el
tránsito de régimen y de conocimientos comerciales discutidos. La magnanimidad
del presidente López Obrador hace posible que México cumpla las pasadas tres
transformaciones desde una óptica incluyente y generosa, lo que ha permitido
evolucionar el ejercicio político doméstico como erigir a nivel internacional
un nuevo desempeño de la izquierda en el poder presidencial que rompe con el
criollismo latinoamericano en una especie de retroalimentación a semejanza de
la izquierda europea, superando a ésta por el contenido ético del que carece
aquélla desde que los extremismos estalinistas fueron el paradigma universal.
Por ende habría que añadir que Manuel López Obrador ha roto con los tabúes del maoísmo,
polpotianismo, estalinismo y castrismo, que desnaturalizaron los proyectos
sociales de bienestar de las naciones en tres Continentes. El ‘testamento’ que
señaló Trump vía Lighthizer no se suscribe entonces a lo meramente comercial regional
del T-MEC como sinónimo de estabilidad inalcanzada entre otros gobernantes con
Trump, añadiendo la trascendente figura política
del presidente López Obrador en el orbe como modelo a armar por otros Jefes de
Estado en la instauración de la nueva
economía moral y punto de quiebre de la tercera vía y la socialdemocracia
fallida en el desconocimiento de la ética del servicio público y la inclusión
de las familias como ejes del bienestar de gobierno.
No acababa de entregar Alejandra
Frausto con el presidente López Obrador y el rector Enrique Graue los Premios
Nacionales, cuando una sola obra de 170 que componen la exposición “Emiliano
Zapata después de Zapata” ha conseguido el propósito de todo arte que se
presuma como tal provocando las libertades, la intolerancia, el mal gusto, el
monólogo versus diálogo y el eterno retorno de lo masculino/femenino y el
resentimiento de Marx hacia los campesinos. Cultura e Inbal pusieron a Zapata
en la discusión de los viejos tiempos que entonces generaron el Rey David y
Alejandro Magno o Sócrates y Jesús o Julio César y Napoleón: la homosexualidad
como censura a sus talentos llevando a la hoguera sus virtudes públicas cuando
lo indiscutible era lo privado. El Zapata gay que enojó la falsía campesina
machista refresca al Zapata brujo que etiquetó mal el film de Arau cuyos
antivalores no son nuestros sino importados por el catolicismo, como eso de
usar el fuego para no ensuciarse las manos de sangre con el crimen como se pretendía quemando el óleo de Zapata. Censura que afectó la homosexualidad que formaba parte de nuestras tradiciones étnicas y fungió un
poder precolombino quizá semejante al de los eunucos en Egipto, pero reprobada
por el clero. Pero como señaló Marx sobre el conservadurismo campesino y su
opio, con ellos no esperaba contar por su marginalidad cultural y arraigo a la
tierra. Y es entonces cuando en México bajo la Cuarta Transformación afloran la
Cultura Comunitaria y sus Semilleros Creativos bien vistos en su debut del Auditorio
Nacional, permeando el sector rural inmenso mexicano y sumándolo a las distintas
expresiones artísticas y culturales de respeto, tolerancia y diversidad. El lema
de Frausto de no dejar a nadie atrás en la Cultura es una acotación al neoliberalismo y al marxismo y sus vacíos morales que relegaron al campesinado de la Revolución
obrera y urbana. Declarar a Zapata gay como a Daniel, Alejandro, Jesús y Sócrates, sería como vilipendiar la obra de Marx por haber preñado a su ‘sirvienta’
y desconocer inmoralmente el hecho. La presunción del Zapata gay es la paradoja
del arte de no cómo se ve, sino cómo brota de las entrañas masculinas esa sensualidad negada.