*Universalidad Sanitaria
*Concertación aniquilada
*Cegueras conservadoras
VLADIMIR ROTHSCHUH
En su primer año de gobierno, Claudia
Sheinbaum ha celebrado los mismos tiempos en el poder, que el presidente López
Obrador: los cien días, el constitucional de septiembre y el arranque de
administración en este mes. Es favorablemente la Jefa de Gobierno, una
mandataria a la sombra del Presidente de México: lo que el Jefe del Estado
nacional magnifica con su estatura moral en cada tramo avanzado y de propuestas
concluidas, Sheinbaum desarrolla a la par eventos ajustados a la modestia estatal y colaborativa
con el Primer Mandatario. Para este evento del cinco de diciembre, la Jefa de
Gobierno ofreció un acto austero en el que abunda de lo conseguido de
septiembre a la fecha y de aquellos pendientes que reflejan no un problema de
la CDMX sino nacional como el de inseguridad y crecimiento económico, herencias
ajustadas a las rutinas transexenales, además de los arranques lentos de todo inicio de
nueva administración pública. La Jefa de Gobierno, como si procediera de la
Casa de los Claudios, se ha enfrentado a su refractario, el perfil
presidencial que guarda aunado al buen desempeño del mandato y que la
catapultan al 2024 ofreciéndole a sus adversarios los flancos para cuestionar
lo bien o lo mal que haya hecho en estos meses. Hasta su derecho legal a
informar lo aglutinado en su informe de gobierno, se lo intentaron conculcar
como lo han tratado de hacer con el presidente López Obrador ante las
autoridades electorales. Gobernar bien no es sinónimo de nada en la
posdemocracia, cuando las fobias del conservadurismo desconocen todas las
buenas obras de Sheinbaum pues su encargo y proximidad con Palacio Nacional le
vuelven presa de los ataques de las oposiciones y hasta identidades
ideológicas. Ningún Regente tuvo estatura en la sucesión presidencial y de los
Jefes de Gobierno tampoco, salvo ahora con Sheinbaum, costo que deberá sortear
los próximos años.
El segundo gran plan maestro para
infraestructura de la Cuarta Transformación, prefirió el presidente López Obrador
manejarlo aparte del primer programa de infraestructura por 42 billones con la
empresa privada. El sentido que visualiza el presidente López Obrador es que
dicho programa nacional de salud corra solo por sus implicaciones sociales que
México no había visto desde que la Tercera Transformación comenzó a invertir en
la salud del pueblo cuyo clímax es el periodo del Milagro Mexicano y, su época
negra, la neoliberal que frenó las inversiones del Estado en el Derecho a la
Salud. La inversión billonaria en el sector salud se presentará el año entrante
y quienes la conocen como Alfonso Romo y Jorge Alcocer, no dejan de llamarla
majestuosa y acorde con el programa de salud para todos, que puso a andar el
presidente López Obrador desde el primer día de su mandato. A un año de esa
transformación sanitaria destacan en la división sanitaria, ahorros por dos mil
500 millones para la creación de nuevas plazas médicas, el nuevo etiquetado; la conformación del Instituto de Salud para el Bienestar
(Insabi); un sistema de salud bajo los principios de universalidad, reducción
de la desigualdad y combate a la corrupción; la Estrategia Nacional de Prevención de
Adicciones; refugios para mujeres víctimas de la violencia; el Compendio Nacional de Insumos para la
Salud y el Programa de Servicios de Salud y Medicamentos Gratuitos para zonas
de alta y muy alta marginación. El uno de diciembre tuvo mucho qué contarle al
pueblo el presidente López Obrador en la universalización de los derechos
sociales sanitarios de la Cuarta Transformación. Para el año entrante tendrá
más que relatar el Primer Mandatario cuando el plan de infraestructura en salud
devuelva a México su grandeza institucional palpada en desgracia durante los
meses de recorrido al IMSS-Coplamar y que ahora Jorge Alcocer ha puesto dentro
de su agenda, porque en octubre no concluyó ese trabajo cercano del presidente
López Obrador con las comunidades altamente marginadas, sino que fue el
comienzo de un plan maestro y socialmente ambicioso para el 2020.
“Había acuerdos en lo oscurito, sentenció
el presidente López Obrador sobre la historia de Baja California y el reciente
fallo del TEPJF contra el Bonillazo, y luego utilizaban a los órganos de
legalidad para legitimar lo que ya habían negociado, lo que ya habían transado.
Ya es distinto. Hay un auténtico Estado de Derecho. No es Estado Chueco”. Ahí
nacieron las concertaciones de Manuel Camacho y Carlos Salinas y ahí el
magnicidio fomentado por ambos contra Colosio. Lo que los conservadores
apostaban se trataba de un ensayo de la Cuarta Transformación, resultó
fake y no lo sostienen como tampoco tienen la humildad católica de gritar por
nuestra gran culpa, reconociendo el gesto presidencial en esta loable
circunstancia democrática. Porque para casi todos los asuntos políticos los
adversarios suelen culpar al presidente López Obrador, no obstante suelen ignorarlo
para cuando las circunstancias son positivas como el revés al Bonillazo. Entre los
valores del presidente López Obrador destaca no solamente Juárez, también
Madero y cuyo homenaje al General Ángeles ahora se legitima en adosarse el
Presidente de México a este fallo que él propició cuando pidió al Poder
Judicial decir cuán apegado o desapegado estaba la extensión de mandato de
quien se decía amigo del Primer Mandatario aunque anduviera transitando por la
derecha y no por la izquierda. La expresión del presidente López Obrador sobre
el fallo judicial del Bonillazo si lo menosprecian los conservadores, los
morenos deberían abrazarlo a manera de retroalimentación al vicio
partidocrático que por uso y costumbre solía taparle el ojo a la democracia. La
autoridad moral del presidente López Obrador, resulta que damnifica no sólo a
los adversarios sino tristemente a los propios, en beneficio, afortunadamente, de su
figura de Jefe de Estado de todos los mexicanos.