LA CONAGO



*Virtudes públicas

*Demonización nostálgica

*Presidente sin adversarios

 

 

VLADIMIR ROTHSCHUH

 

 El presidente López Obrador fue gobernador a partir de la Transición Democrática del 2000 y antes de ello vio nacer a la Conago desde la rebeldía zacatecana de Monreal contra su partido simiente. Ninguno de los eventos políticos nacionales del México posdemocrático le son ajenos al actual Presidente de la República. Como Gobernador de la Ciudad de México mantuvo el decoro institucional ante el foxismo y dio paso a la renovación de la medianía juarista como aquel príncipe renacentista que imitó a Jesús en el huerto a lomo de burro esta vez en un Tsuru, también plasmó un proyecto que Da Vinci había postulado hacía siglos con los segundos pisos viales, secundado por Sheinbaum, para aligerar el transporte y la carga de la agotada ciudad e importó de la izquierda española uno de los derechos sociales que llegaron para cambiar al país con las pensiones de adultos mayores. Sus actos de gobierno y persona, en otras palabras sus virtudes privadas y públicas, marcaron su agenda generando el espanto en la derecha panista que lo demonizó como un peligro para México, hasta el momento retrógrado que Vicente Fox culminó con el fraude electoral calderonista que él mismo había padecido con el salinismo frente a Ramón Aguirre; la Transición Democrática fue transada, los causes volvieron con Peña Nieto que no se corrompió cerrándole el paso a López Obrador en su victoria electoral. Diez gobernadores creen ver el mal en la Conago y la abandonan como figuras de la novela de Beauvoir, ‘La Mujer Rota’, satanizando a 22 homólogos suyos que se mantienen en ese foro coadyuvante del Federalismo más no sustituto de las relaciones constitucionales e institucionales requeridas. El sello de esos ejecutivos es común, no es distinto el mandatario de Colima de timbre tricolor pues proviene del calderonismo que mantuvo su padrino hacendario. Colectivamente muchos están buscando las virtudes de estos diez gobernadores apartados de la Conago e inciertas cuando otros gobernadores ven lo opuesto en la relación soberana e institucional que el Presidente de México mantiene con todos ellos. 


La innovación social, participativa y democrática entre esos ejecutivos estatales poco alcanza un superávit que rebase a la Conago o al mandato mismo de la honrada medianía juarista. Ninguno de esos gobernadores ha escuchado en público, ni sabido en secreto, que el presidente López Obrador se exprese mal de alguno de ellos como sucedía contra el Jefe de Gobierno de la CDMX a principios de siglo cuando Los Pinos era la casa albiazul de campaña.  Los datos hablan por sí mismos cuando el presidente López Obrador visitó estos dos años a esos mandatarios en sus estados y escuchaba enaltecimientos a su ejercicio público. Las libertades y derechos de todos es el distintivo del presidente López Obrador, ha perdonado a sus adversarios crueles viendo hacia el futuro ante la apremiante agenda de transformación en la que cuatro años por delante serán breves.  Disentir, coincidir en la diversidad plural de los muchos Méxicos, es el lábaro del presidente López Obrador transitando la vía dorada media del taoísmo acosado por los extremismos de derecha e izquierda con los cuales el pueblo siempre ha salido perdiendo. La tarea es compleja en la merma de la unidad nacional, no de creencias ideológicas de los contrarios, pues todo apunta a la inmediatez electoral del 2021 con abalorios de poco peso en la balanza del juicio popular. Con un sólo gobernador que supere en creces el ejercicio republicano del presidente López Obrador, no tendrían necesidad de la denostación política. Entrar o salir de un bando, inventar nuevos en odres viejos, no ha sido incumbencia del Jefe de Estado que desde diciembre del 2019 ha ejemplificado su deber hacia todos los mexicanos manteniendo la paz juarista en el derecho de cada quien.

  

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