TAMALIZA PALACIEGA



*Nueva Escuela Mexicana
*Empresarios hospitalarios
*Moctezuma: Momentos educativos 


VLADIMIR ROTHSCHUH


A Esteban Moctezuma le ha tocado estar en tres momentos importantes de la transformación educativa de México, lo que habla de la validez del Secretario de Educación en torno a la instrucción pública. La primera de esas transformaciones directas de Moctezuma fue estando en la SEP en 1993 cuando Conaliteg hizo los primero libros de texto gratuitos para invidentes, es decir, los libros en lenguaje Braille; la segunda vez que coincide Moctezuma con la transformación educativa es en 1997 cuando la SEP vuelve obligatoria la educación secundaria y Conaliteg debe ampliar su oferta de impresos a ese público estudiantil. Y la tercera vez que Moctezuma incide en la transformación de la educación pública es ahora con el presidente López Obrador y la Nueva Escuela Mexicana a la manera posmoderna y liberal del precursor Rébsamen. Acucioso Moctezuma fue a dar con la joya lopezmateísta del Saucito en SLP y que ahora jubilada por la SEP, la presentó en la mañanera presidencial como legado histórico de los sesenta años del primer libro que Torres Bodet entregó entonces, inaugurando un modelo único y particular a la fecha en el mundo: que cada estudiante mexicano tenga un libro en físico. En muchos, es decir millones de hogares mexicanos, quizá sea el único libro que lleguen a conocer en sus vidas y de ahí el freno a la digitalización obligatoria pausada en una App de Conaliteg donde está el acervo desde 1960 a la fecha.


Mil quinientos millones de pesos acabaron comprometiendo setenta y cinco empresarios convocados a la tamaliza de Palacio Nacional. El presidente López Obrador había estimado dos mil millones entre los hombre de la empresa privada, pero aún le restan otros empresarios que no fueron a la cena informativa sobre la rifa del avión presidencial y el destino sanitario de esos recursos. Entre esos hombres de negocios que alzaron la mano para apoyar las acciones del presidente López Obrador contra el boato de la vieja presidencia de México, estaban varios dedicados a la venta de servicios médico – hospitalarios y de gastos médicos mayores en sus aseguradoras, en sexenios pasados fueron parte de ese orden tecnocrático que les permitió aventurarse en la red de hospitales y clínicas privadas que subrogaban servicios al gobierno federal y a los poderes legislativo y judicial. Con el Insabi se puso fin al esquema del seguro popular que algunos gobernadores del conservadurismo insisten hoy día en mantener con esos empresarios. Ninguno de esos inversionistas del sector sanitario neoliberal agrió el rostro con los tamalitos mientras el presidente López Obrador les explicaba la urgencia de revivir la red de hospitales que ellos habían contribuido a pauperizar con sus nosocomios privados. La habilidad de un hombre de negocios es valorar que nada es personal y por el lado del presidente López Obrador ha sabido aquilatar esa habilidad mutante del empresariado como lo evidenciaron los 75 que signaron una carta compromiso con datos confidenciales comprometiendo desde 20 hasta 200 mdp.