LA EPIFANÍA DE MÉXICO



Vladimir Rothschuh Claudia Sheinbaum es la epifanía de México: quinientos años aguardando la llegada de la mujer que nos dio identidad, que nos unió sin distingos sociales, económicos, raciales; que nos liberó muchas veces de los invasores, de las pestes, inundaciones, hambrunas, sequías; que nos dio Matria, colores y sabores y nos enseñó a reír y llorar. La epiphaneia a nuestros ojos se desnudó o materializó de lo complejo mundano a lo simple amoroso: la alcaldesa, la Jefa de Gobierno, la precandidata, la candidata y en este último tramo la poiesis adquirió formas alambicadas que pulieron su transparencia dejando a un lado colores de partidos, nombres políticos, ideologías, creencias, dogmas, sectarismos superando a Pessoa quien aseguraba que la rosa no sabía de su perfume ni de su color. Ciertamente Sheinbaum sabe a qué huele y en qué vibra su transparencia adquirida: no llego yo, llegamos todas. Es la epifanía de la constructora de México y su multiplicidad de rostros y nombres en una sola Mujer. Cada día de su campaña Claudia era menos Claudia y más México con la humildad de gozar todo instante entre suyos y ajenos que una vez tocada se convertían en humanos dejando atrás su fifí, su derecha, su neoliberalismo, su conservadurismo. Todos se rindieron ante Sheinbaum, cada mesa de redacción, cada foro informativo, hasta entonces adversarios, entendieron que no eran antagonistas sino parte diversa de la pluralidad enriquecedora de nuestra vital democracia. Claudia los hizo sentirse incluidos, ser parte del futuro de los muchos Méxicos que dan fisonomía a su gente, paisajes, sabores y amores. Se dio a querer Sheinbaum como esa flor de Pessoa, existiendo: educada, gentil, inteligente, amorosa, receptiva, como tocaba la guitarra, bailaba y cantaba. ¡Quién se resistiría a sus encantos! Banqueros, buhoneros, abuelas, empresarios, intelectuales, tablajeros, mamás, casabolsistas, locatarias, creyentes, agnósticos, educados, ineducados, hombres y mujeres, muchas mujeres la tocaban y se encontraban con lo que buscaban. Esto también es epifanía, que los otros dijeran en un acto de fe: “yo, el otro, la misma Claudia”.