Vladimir Rothschuh
El primero de marzo Claudia Sheinbaum dará a conocer su proyecto de país destacando
la protección ambiental en la defensa de los derechos de los animales. En las 20
reformas lanzadas por el presidente López Obrador, el tema hídrico está sumado
en el derecho de los demás seres sintientes que forman parte de la visión
global transformadora de nuevo siglo. La bioética es el eje para un
medioambiente sano, a partir de ella México contará con más bosques, más
recursos hídricos, más alimentos, más salud física, menos gasto sanitario y más
empatía social. Todos los fenómenos antes apuntados se eslabonan en la
industria cárnica y láctea subsidiada con recursos públicos a costa de una
degradación masiva del medioambiente, sociedad y economía. La escasez de agua
forma parte de una homeostasis con lo que mal denominamos desastres
naturales ocasionados por huracanes como en Acapulco y terremotos como la falla
de Plateros Mixcoac, reflejos unos de otros, sin que el neoliberalismo
volteara a mirar la sobreexplotación ganadera, avícola, porcina y láctea.
México se queda sin agua, el planeta también y la ONU juega con un reloj del
fin del mundo sin atender sus causas que dieron una pandemia mundial en el
mercado de carnes exóticas de Wang. La inclusión del presidente López Obrador
de los derechos animales podrá mitigar colateralmente la crisis hídrica
nacional debido a que obligará a la industria alimenticia a moverse hacia
entornos amables que pongan fin al maltrato y esclavismo animal. Los recientes datos
del INEGI merecen ser considerados por Sheinbaum en su Plan Nacional de
Gobierno: el 76% del agua que se consume en México es para cubrir la industria
cárnica y láctea; 15 mil litros de agua
se requieren para un kilo de carne y mil para un litro de leche. Lentamente
México ha avanzado en su pirámide alimenticia, ya no se fomenta el consumo de
carne, leche y huevo como a mediados del siglo pasado con el famoso Plato del
Buen Comer de la FAO que excluía frutas, verduras, agua, legumbres y granos. En
los derechos de última generación, las mujeres, homosexuales, niñez, fenotipos,
etnias y colores de piel, adquieren garantías sobre siglos pasados de abusos sexistas y racistas, siendo los animales hoy un
gran segmento del finiquito hacia la
supremacía especista. El INEGI ofrece estadísticas de las causas ganaderas que
tienen a México en los límites del desabasto de agua, siendo que
actualmente el maíz que comemos no lo producimos sino que se importa de otras
naciones, echando abajo el lema de que sin maíz no hay país. Tenemos forrajes y
agua para enriquecer el latifundismo virreinal aún vigente, mientras que corre
a la par pobreza y hambre de 69 millones
de mexicanos. La industria ganadera sin embargo es pujante y desafiante al
sentido común que los neoliberales (Bunge, Cargill) fomentaron tras su
mercantilismo que pauperizó a México. El plan de país contenido en esas 20
reformas proyecta un segundo piso de la 4T para el sexenio de Sheinbaum
recuperando así, el esplendor de aquella grandeza del nuevo mundo a través de
ojos y acciones de una posmodernidad en nuestros orígenes, no en Monsanto, no
en el Glifosato. La crisis ambiental, hídrica, alimentaria y sanitaria de
México puede llegar a su fin cuando Sheinbaum imprima su estilo personal a un
ejercicio del poder público afable con los otros seres sintientes.