*Tiempos máximos en el cargo
*Conservadores a destajo
*Bonillazo en el Senado y San Lázaro
*Publicidad antigubernamental
VLADIMIR ROTHSCHUH
Si nadie debería ganar más que el presidente
López Obrador, tampoco ningún servidor público debería permanecer en su puesto
por más de seis años que el Jefe de Estado. La austeridad republicana juarista
lleva avanzado trechos y es inevitable cuando las burocracias doradas se
aferran a la prostitución de la movilidad y tiempos democráticos: cierran el
paso a nuevas generaciones, crean cotos de poder, traicionan la no reelección,
en fin, corrompen las instituciones públicas. Y vaya que el descaro es
superlativo cuando el presidente López Obrador relata la bitácora del Coneval
con su Secretario Ejecutivo haciendo el rol porfirista desde el 2006 acompañado
de una corte de consejeros perpetuados en el puesto y haciendo mofa de la
pobreza cuando se repartieron con cuchara grande direcciones adjuntas,
ampliaron sus gastos administrativos y personales. Y el cinismo del Coneval es
decirse ofendido y acusar al juarismo republicano de exigirle honrada medianía
que obviamente desde hace más de una década ninguno de sus miembros ha tenido
entre sus decoros. La sentencia de que el presidente López Obrador desaparecerá
Coneval es retórica cuando ha sido su Consejo el que le dio tiro de gracia con
la corrupción. Ningún mexicano en pobreza o en riqueza podría aplaudir que los
altos mandos del Coneval se perpetúen en sus puestos y es aquí donde la
voluntad popular representada en el Legislativo ha fallado facilitando salarios
millonarios y perpetuidad en los cargos. Desaparecer el Coneval estando el INEGI haciendo sus funciones, añadirá salud a la vida republicana y será el factor
para que el Senado y San Lázaro emprendan el urgente ajuste en las reformas
juaristas de la Cuarta Transformación: nadie deberá permanecer en el cargo
público más tiempo que el Presidente de la República. Salarios justos con la
reforma contra la que pelea la inmoralidad a través de amparos en la SCJN, más
tiempos justos contra los que habrá gimoteos de la perpetuidad antidemocrática.
Algo tendrá que hacer el Almirante José Rafael
Ojeda Durán sobre la ética comunicacional en su Marina Armada, porque mientras
la revista Proceso usaba el cinismo de Hernández Licona declarando que el
Presidente de México se había olvidado de los pobres, en las páginas de dicho
semanario se destacaba la publicidad de la Secretaría de Marina. Al Almirante
José Rafael Ojeda Durán lo tuvieron que haber desconcertado las estrategias
comunicacionales de su vocería, dándole dinero a un medio dedicado en los ocho
meses de la administración del Jefe Supremo, López Obrador, a medirlo con la
misma vara de a las pasadas administraciones neoliberales, porque entonces
Proceso era un medio progresista y con esa cantaleta ahora le exige a las
dependencias federales adosarse a esa mística compartida. Pero no hay nada
compartido, el presidente López Obrador denomina a Proceso un medio conservador
que sigue utilizando las mismas prácticas desde su creación echeverrista y que
llevó a López Portillo a manifestar una obviedad cuando inscribió en
altorrelieve ‘pago para que me peguen’. La frase sigue vigente cuando el Almirante José Rafael Ojeda Durán, no podía
menos que molestarse porque había pagado a Proceso para exponer al presidente
López Obrador tras ese periodismo que hace a otros a hablar mal de otros
jugando un rol perverso de neutral mensajero. En esa lógica no es Proceso el que ha
cuestionado al presidente López Obrador fueron Diego Valadés, Urzúa y ahora,
Hernández Licona que jugaba el mismo rol de Proceso en Coneval haciéndose llamar
un técnico neutral en la medición de la pobreza con todo el derecho a criticar
la austeridad republicana de la Cuarta Transformación de la que devengaba un
injusto sueldo como dictadorzuelo con trece años en el encargo. El presidente
López Obrador abrió las puertas de su gobierno a los reaccionarios que están
contra la transformación de México, para qué seguir en una administración con
la que no están de acuerdo. Y como Hernández Licona, la revista Proceso replica
la insensatez cuando hace contratos con el gobierno del presidente López
Obrador siendo que debería rechazar por ética el dinero de la Secretaría de
Marina y demás contratos jugosos que ha adquirido con casi todo el Gabinete de
la Cuarta Transformación porque simplemente su misión es estar contra el poder presidencial.
Resulta estéril el conflicto generado sobre la
continuidad o no de los presidentes de las mesas directivas del Senado y del
Congreso. Las ejemplificaciones provienen desde dentro, ni Batres y mucho menos
Muñoz Ledo están de acuerdo con la reelección o la dictadura constitucional del
Bonillazo. La Cuarta Transformación ya obtuvo de esos coordinadores
parlamentarios el respaldo a través de la Ley de Salarios Máximos y los recortes
a la burocracia dorada del mal llamado servicio civil de carrera. Teniendo
capacidad Batres y Muñoz Ledo de analizar esos defectos antidemocráticos y
antisociales en Coneval, INE, SCJN, CNDH, IFT, es decir, en los desconcentrados
y autónomos, la duda es ¿qué los enceguece para solamente mirar la viga en los
ojos ajenos de ministros, consejeros y comisionados, mas no en ellos? Ni Batres,
ni Muñoz Ledo deben permanecer más allá de los tiempos establecidos y cumplidos
en las Mesas Directivas del Senado y San Lázaro. Es atrevimiento que se hagan
ensayos bonillescos consultando a los legisladores si quieren que ambos
legisladores morenos sigan en las responsabilidades cumplidas. Las sentencias
del presidente López Obrador contra los cargos a perpetuidad en Coneval deben
ser el referente inmediato para que Batres y Porfirio prediquen con la
ejemplaridad juarista, aunado a que sus respectivas bancadas dirigidas por
Monreal y Delgado, emprendan el envés de la transformación de la ley de Salarios
Máximos con los tiempos máximos para cualquier servidor del Estado y que no
debe ser mayor de seis años.
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