Por Vladimir Rothschuh
El profesor Carlos Hank tenía una frase que se
adelantaría por décadas al advenimiento de los tecnócratas al poder
presidencial: “lo que se compra con dinero sale barato”. Quizá sea una expresión intimista del Conde de
Calimaya comerciada por su primo el Marqués del Valle que alcanzó a Atlacomulco y que el general Obregón
inmortalizaría más tarde cuando mejores eran los cañonazos de 50 mil pesos que
morir en caliente. Los neoliberales se ufanaron en torcer los términos, acabaron abaratando a
México con elevados costos sociales. El presidente López Obrador ha criticado
la compra de votos por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en el
Congreso para esquilmar los bienes del
pueblo. Las grandes reformas de la tecnocracia las señaló el líder de la 4T
como fruto de la corrupción; porque para su conciencia no es lo mismo
devolverle al pueblo lo robado que robarle al pueblo. Cuando es en las alturas
de las élites políticas y empresariales, el sonido metálico resulta un badajo a
exequias; cuando es en el nivel medio como el Consejo General del INE, el ruido
de los críticos del Instituto se confunde con las emanaciones de Periférico y
Arenal. El legado de Córdova y Murayama a la nueva presidente Guadalupe Taddei
fue maniatarla en las áreas ejecutivas bajo acuerdo del Consejo General,
dificultándole operatividad por nueve meses hasta que rompió el hechizo con el
fallo judicial que autorizó transitoriamente designar nuevos responsables como
encargados. El respaldo del TEPJF incomodó a los consiglieres que suponían
esclavizada a Taddei. La incomprensión del veredicto judicial descalabraría a
varios del Consejo, permeando en las estrenadas titulares de las encargadurías.
La ahora responsable de la Secretaría Ejecutiva, conforme a sus
allegados, al verse menospreciada por varios consejeros optó por secundar una
de nuestras viejas tradiciones, novohispana, porfiriana, obregonista y neoliberal, a través de un denominado
Bono Democrático: cada viejo consejero
recibirá medio millón de pesos por fatiga comicial en 2024. Si esos consiglieres creyeron tener una adversaria en
la Secretaría Ejecutiva, finalmente entendieron apropiadamente la generosidad
de su titular que los aceitó con el elíxir económico que invocaba con estilo el
profesor Hank. Entre los excluidos de la indemnización, por fortuna, aparece borrada quien creyó en la licenciada Suárez y luchó
hasta elevarla a Secretaria Ejecutiva, es decir, Guadalupe Taddei. La sonorense si algo ha tenido en pulcritud,
es ajustarse su salario y acciones a las nuevas disposiciones juaristas de la
honrada medianía y distanciarse del parecido cordovés. Inculpar a la Secretaría
Ejecutiva de pecar sola en este abordaje financiero, sería obviar a los demás
miembros que se agasajaron agarrando las
patas de la res pública. El bono nada ilegal estaba destinado al ejército de
piso que atiende sexenalmente las exhaustas jornadas electorales. Los sobrantes consejeros que pueden optar por
ese cañonazo mitigante, son los tres miembros desamparados por las medidas
judiciales de Murayama y Córdova a la Ley Juarista de emolumentos similares o
menores al presidente López Obrador. Con medio millón de pesos los consejeros fatigados
y opositores al ejercicio de la licenciada Suárez, quedaron aplacadas sus reticencias
debido a que elementalmente aprobaron la conjetural irregularidad ausente a lo
largo de la historia del IFE y del INE, como en las anuencias presupuestales
del Legislativo. Los gachupines, los
porfiristas, los obregonistas y los tecnócratas, utilizaron los bonos políticos
con fines “públicos”, todo era, en beneficio de la Nación, certificaban. Quizá
eso mismo esté ocurriendo en el INE, siendo que para otros este Bono
Democrático raya su espíritu en los desafectos y emociones de beneplácito entre
una persona malmirada por un grupo poco merecedor de los nuevos tiempos
transformadores que corren en México. La moraleja del INE tiene diversos
ángulos: los consiglieres que reprobaban los méritos de la licenciada Suárez bien
optan por decir que se equivocaron con su talento aplaudiéndola o bien proceden
a ratificar sus críticas devolviendo los bonos de medio millón de pesos. Porque
dejarle toda el fardo a Claudia Suárez
bajo el mutis consejal, es procacidad. Tras la virtud probada de Guadalupe
Taddei, queda templado el beneficio de las encargadurías con la temporalidad que les permite acreditar
bien o mal el desempeño ejercido. A diferencia de la máxima del Conde de
Calimaya, en los tiempos vigentes no a todos se les da por agradar sin agraviar
o recibir sin escupir.