*Huawei, la ofensa occidental
*Harakiri con estornudos
*Jinping el Nuevo Emperador
VLADIMIR ROTHSCHUH
China finalmente recupera su figura
de Reino de la Civilización al emerger hoy como la superpotencia económica del planeta, la
pandemia ha quebrado el orden financiero internacional y la aparente debilitada
China irrumpe en los mercados comprando en barata las acciones de las frágiles
economías occidentales. El Reino del Medio ha vuelto a ocupar la supremacía de la civilización que alguna vez tuvo con la imprenta, el papel, la escritura, la medicina, la pólvora, la astronomía, la brújula, el hierro y sus barcos de gran calado. Hacia esa nación posó el Jefe de Gobierno, Marcelo
Ebrard, un proyecto social y económico para la Ciudad de México. La cromática
dorada y vino del ebrardismo, reflejaba el buen feng shui de su administración
y que abarcó a empresarios como El Maseco que no le importó pintar con la
sangre del dragón los portales de cada entrada de sus Banorte.
La relación y
admiración hacia los chinos, las mantuvo el ex Jefe de Gobierno para
refrescarlas a partir del 2018 como el encargado de la diplomacia
lopezobradorista, ante la geopolítica que prohibía poner en una sola canasta
diplomática todos los blanquillos de la 4T para evitar los contagios de las
referencias vecinales pues con cada estornudo de la economía gringa a México le
daba gripa. Hoy la gripa fue contagiada por China, primero auto enfermándose para
fortalecer su inmunidad económica y luego cobrarles a los aliados de Trump la
peor ofensa que puede recibir un chino o china como fue la humillación grotesca
y cruel a Meng Wanzhou en Canadá.
La vicepresidenta y heredera de Huawei es
considerada el origen de la pandemia del coronavirus y que para los estrategas de
la conspiración, la enlaza en Canadá con los ensayos bacteriológicos de Irán.
Pero no hay una sola prueba que demuestre que China sea responsable in vitro
del Covid19, pues si de algo se jactan los emperadores y gobernantes chinos es
de sus estrategias de persuasión para evitar la guerra innecesaria. En todas
las crisis políticas de Occidente, Oriente Medio, Sudeste Asiático y América,
nunca se ha demostrado que China sea el guionista del teatro violento de
sombras. En lo inmediato nadie acusó a China de formular la tragedia
del peñanietismo por los 43 y todo debido a la zanganada con el tren bala
queretano, tampoco puede afirmar lo mismo Trump en su affaire con Rusia, mucho
menos acusar Evo Morales rastros asiáticos en su caída y no se diga que Daniel
Ortega tiene pruebas contra Pekín por la Primavera Nica debido a la chicana del
canal interoceánico.
Solamente un gobernante débil demuestra su fuerza, Xi
Jinping, no se midió de tú a tú con la bipolaridad de Trump y de sus aliados europeos en
el terreno formal, no requirió de la guerra convencional para resurgir como el nuevo Emperador del capitalismo social
que devoró sin un acto de fuerza y con un estornudo, al imperio yankee y dejó a Putin como un personaje
pueblerino de Chejov. En este escenario está involucrado México y por fortuna
el presidente López Obrador tiene en la Cancillería a un político que supo una
década atrás mirar el futuro del modelo social y de libre mercado chino. El golpe
de dados está ahora a favor de Marcelo Ebrard cuando tiene un pie en la
administración Trump pero que sabrá mover como supo hacerlo cuando acompañó a
Hillary en su campaña presidencial para superar esa incursión con una
diplomacia oriental envolvente en las emergencias migratorias y del crimen
organizado en suelo mexicano. El factor de la 4T y para el presidente López Obrador en su programa de recuperación emergente o Economía Moral frente al nuevo imperio chino, radica en su canciller Ebrard.